miércoles, 3 de abril de 2013

Y a estas alturas, no quiero escuchar a nadie hablando de fraude

Recuerdo aquel día cuando mi amiga Mela me dijo “hagamos la tesis sobre el Sistema Automatizado de Votación Venezolano” y desmontemos los mitos que se han creado”. Mi respuesta fue clara “¿Y realmente son mitos? De allí, nos propusimos como meta demostrar( o no ) cuán confiables era las maquinitas Smartmatic.

Fue así como mi amiga y yo comenzamos una tarea titánica por desmontar, a través de argumentos e investigación, cada uno de los mitos que se han erigido en torno a nuestro sistema de votación. También fue un ejercicio arduo el de quitarme mis propios prejuicios y dudas, tarea necesaria a la hora de escribir, por ejemplo, que a través de la captahuella era imposible armar un fraude o que la máquina no podía estar cargada de votos.
Podría explicar aquí con argumentos reales porqué en la tesis afirmamos la imposibilidad de un fraude a través de las maquinas de votación, pero no es lo que quiero expresar (si quieren, pueden buscar nuestra tesis de grado, que reposa en la biblioteca de la Escuela de Comunicación de la UCV y que, además, fue honrada con Mención Publicación).

El objetivo de este texto, y es parte de lo que he tratado de explicar por mi Twitter, es que ya no estamos para andar con la teoría del fraude, eso debidos dejarlo en el 2005, cuando la oposición se retiró, valiéndose de la bandera del fraude de las captahuellas, para dejarle la Asamblea Nacional en pleno al oficialismo. Allí debió morir, luego de darnos cuenta de los resultados.
De allí hasta ahora ha corrido mucha agua debajo del puente, se han hecho elecciones, el chavismo ha ganado, la oposición también, muestra irrefutable de que las máquinas no roban votos. Por eso, a estas alturas, aferrarnos de nuevo a la teoría conspirativa del hacker ruso y las maquinitas roba votos, es la estupidez más grande que podemos cometer, es un suicidio, una insensatez. Llamar al fraude en este momento parece más un acto cobarde que una medida de denuncia. No la acepto ni justifico.

¿Qué debemos hacer frente al ventajismo claro y la actitud sospechosa de algunos rectores del CNE?  Pues ir a votar, no queda más. Pararnos temprano, llevarnos  a toda la familia y juntos expresarnos a través del sufragio. ¿Cómo puedo ayudar para que la cifra de abstención baje? Simple, cuando veas o identifique a alguien que no quiera votar, independientemente de sus argumentos, convéncelo, oriéntalo, infórmalo.

Desde mi pequeño espacio yo he hecho lo propio: convencí a mi mamá de votar, a una prima que trabaja en un organismo público, a través de argumentos, le hice entender que no van a saber por quién votó, a mis compañeros de trabajo les he hecho ver que en las máquinas no está el fraude, y así. Es un trabajo de hormiguita, silencioso pero efectivo.  

El día de la votación, en lugar de ir a tu casa, quédate en el centro de votación vigilando que no se presente irregularidades y denunciando, a través de cualquier medio, si ves algo que no está del todo bien. Ese es el trabajo que debemos hacer, no salir por Twitter a llamar al fraude o quedarte en tu casa quejándote de la situación.

Y como bien señaló Ramón Guillermo Aveledo: “Nadie cuida más el voto de uno, que uno mismo”. Así que vota y defiéndelo.