martes, 3 de noviembre de 2009

Retraso por arrollamiento


24 horas, 7 días de la semana; puentes, navajas, pistolas, pastillas y la gente prefiere arrojarse a los rieles del vagón un lunes, a la 7 de la mañana y en Colegio de Ingenieros.
Si, específicamente allí, en la estación que antecede a la más congestionada del transporté subterráneo “Plaza Venezuela”, en la desembocadura, muy poco planificada, de todas las estaciones del Este y Oeste de la ciudad.

A las 7 y 50 am, la estación Plaza Venezuela es un hervidero, con cientos de personas empujándose y compitiendo por ser el primero en montarse en el vagón sin ser aplastado por las puertas mecánicas. No importa nada, si eres mujer, embarazada, alta, rubia, mister, padre, periodista, buhonero, cura o chavista, todos luchan en igualdad de condiciones y por un mismo fin: Llegar rápido y vivo.
Los que vienen de la línea tres (3), deben soportar los apretones, recostones, celulares estridentes con canciones mal grabadas, y los múltiples coleados provenientes de los Valles del Tuy. Si, de los Valle del Tuy, y que conste en acta que no existe, al menos en este comentario, odio o prejuicio alguno hacia ellos pero, seamos francos, la gran mayoría parece haber sido criados en el Hipódromo de la Rinconada.
Aparte, si existe una sensación de tensión y terror, mezclada con impotencia y rabia, seguramente es muy similar a la que produce estar parada en la primera fila, con el vagón acercándose, mientras el tumulto de piernas y brazos tuyeros van bajando, entre bufidos y gritos, por las escaleras para meterse, de todas, todas en el vagón.
En esa fracción de segundo, te pasa por la mente la película de tu vida, tus sueños, sus logros y decepciones, los posibles hijos (igualitos a su papá), tal cual como si fueses a morir en ese instante. El que piense que esto es una exageración de alguien disociado, se le recomienda echar una paseada por la estación del Valle, cualquier día y en hora pico.

Cuando al fin logras superar esa primera prueba, no te ganarás ningún apartamento o carro cero kilómetros, pero seguramente estarás más cerca de tu destino y eso puede significar un triunfo total.
Ya en Plaza Venezuela, te espera la prueba 2: Soportar, estoicamente, la espera del vagón menos lleno. Toda una proeza digna de la canonización, sobre todo, si pasas por ella todos los días.
Después de 3 vagones atestados de gente, en donde más de una perdió el tacón, una uña postiza y, probablemente, la virginidad, le quedan 15 minutos para llegar media hora tarde a su oficina. Quizás piensa que no le puede ir peor, cuando una voz de ultratumba, como griposa y precipitada, informa por unos parlantes:
“Se les informa a los señores usuarios que se está presentando un fuerte retraso en la estación Colegio de Ingenieros por arrollamiento, se les sugiere utilizar el transporte superficial”.
Aquella voz es como la de su mamá cuando de chiquita la levantaba para ir a la escuela.

¿Arrollamiento?- se pregunta. ¿Arrollamiento, justo hoy y a esta hora? ¿Arrollamiento cuando ya estaba por montarme en el vagón? ¿Arrollamiento justo cuando voy tarde al trabajo por quedarme viendo la Entrevista? Puto Miguel Ángel Rodríguez y su invitado Petkoff ¿Transporte superficial para los Palos Grandes? ¿Cómo carajo hago para llegar a la 10ma transversal sin Metro y sin plata para un taxi? ¿Arrollamiento un lunes? Coño, ¿de tantos días y se antoja de suicidarse justo hoy? El grandísimo hijo de su madre!
A esa hora, y en tacones de aguja, sale Lucia, despeinada, amoratada por los empujones y, de seguro, con una amonestación en su escritorio.