lunes, 9 de marzo de 2009

Aquella noche de despedida

Nuestra sociedad, sea por las rezones que fueren, se han convertido en serpientes constrictor capaces de devorar a quienes piensen distinto. No hay concejo, no hay posibilidad de dialogo y, mucho menos, aspectos similares entre ambos pensamientos. El otro es mi enemigo, y cualquier posibilidad de dialogo se hace sobre un tatami, o entre los guantes de los- posibles- púgiles.
Con el riesgo de caer en lugares comunes, la política se ha enquistado cómodamente en todos los espacios públicos y privados de este país, devorándose, despiadadamente, los temas comunes que se abordaban en las fiestas, guateques, choripanada, y demás rumbas. No se salva nadie ni nada. Pero lo peor, es que el venezolano se ha acostumbrado a esta situación. Aún cuando el tema no se haya infiltrado, se busca la manera frenética y enfermiza de que el tema POLÍTICO haga magistral presencia y se robe el show.
Es propicio el tema para traer una anécdota. Tras la partida de una querida amiga- que se iba para una ciudad Sureña- le organizamos una disparatada despedida sorpresa tan no sorpresa, es decir, ella participó en la organización de la misma con la condición de poner cara de asombro y arrojar algunas lágrimas. La reunión prometía ser divertida.
Empezamos tocando el tema de la enmienda, el triunfo del si, y las posturas desacertadas del CNE. Lo normal, pues. Luego, el tema “Chávez y revolución” iban asomando sus narices, y sus risas se escuchaban estentóreas por toda la casa.
Los ánimos se fueron caldeando, y las posturas ideológicas iban ganando terreno vertiginosamente. El cuento es conocido: uno y otro bando luchaban cuerpo a cuerpo para lograr el preciado triunfo de la argumentación perfecta.
Pero, esta vez, me sorprendió el camino que tomó el debate. Cada quien defendió su postura sin menoscabar la integridad ni el argumento del otro. Nos escuchamos, con dificultad, pero nos escuchamos.
Hubo un punto de encuentro que logró mantener el dialogo respetuoso entre amigos. Si, hubo gritos, pero no llegamos al insulto, a los puntos de vista estériles de sentido y copiados burdamente de un dirigente o medio de comunicación. Era una reunión sui géneris, tan diversa como nuestra cultura y descendencia; rica y nutrida como nuestra geografía y color; única como nuestra manera de hablar y de diferenciarnos con los otros países de Latinoamérica. Me gustó y, aunque arruinó la fiesta sorpresa divertida que me había planeado, me dejo un dulce sabor en la boca; el sabor del debate sano de las ideas sustanciosas e interesantes. Me dejo el recuerdo de una noche intensa, que reunió a gratos amigos tan distintos, pero que finalizaron la velada con un sincero abrazo.