viernes, 28 de noviembre de 2008


A ti, Rafael...

Te descubrí mientras leía. Una escritura casi perfecta se desnudó ante mis ojos. Nunca pensé que alguien pudiese escribir tan bien y despertar en mí las inmensas ganas de imitarlo. Fue tu libro, aquel libro el que me permitió adentrarme en el fascinante mundo de las crónicas bien hechas, cuyas frases perfectamente elaboradas me hicieron enamorarme, por segunda vez, de la escritura. Fuiste tu Rafael, el egresado de las filas ucabistas que escribe todos los domingos en la revista encartada de El Nacional. Fue tu libro “Salitre en el corazón”, el que me capturó. Supiste dar en el clavo, describiste la realidad cubana y develaste los misterios que envuelven a la isla del sabor y la trova. Contaste la historia de quienes viven con la libreta de racionamiento supeditados a sus dos paquetes de arroz por mes. Describiste la vida nocturna de una ciudad que parece haberse quedado paralizada en el tiempo; una isla en donde Sandy y Papo son el boom merenguero del momento. Me contaste lo duro que es vivir en Cuba, mientras me susurrabas al oído que la gente, a pesar de todo, es feliz.

Luego, mes deslumbraste con una portada repleta de caricaturas y me dijiste convencido: “La vida sigue”. Allí estaba, un libro con tu nombre que recopilaba todas las crónicas que has escrito para la revista Todo en Domingo, dispuesto para mi en el anaquel de un panadería. Desde que lo compré hace dos semanas no me despegado de él ni un segundo; cada historia es fascinante y me invita a continuar tus pensamientos reflejados en las 231 hojas empastadas.
Me constate sobre la música de una cuadra muy parecida a una que conozco, y me recordaste lo maravilloso que es un domingo familiar con sello venezolano. Me enseñaste que hasta para cantar un feliz cumpleaños los venezolanos nos las ingeniamos para ponerle nuestro toque especial, agregando comentarios subversivos y anotaciones burlescas que harían reír hasta al más serio.
Le escribiste a la clase media, esa clase satanizada a la que pertenezco y a la que le dibujaste un carita feliz en medio de tanto odio e intolerancia. Me hiciste ver que, a pesar de los que muchos dicen, no es malo tener un estilo de vida medianamente holgado que te permita disfrutar, con ciertas restricciones, de un buen vino los viernes por la noche y ostentar un perfume cocochanel.

Y sobre todo me dejaste este párrafo perfecto como huella imborrable en mi mente:
“Este domingo, quiero hablar del amanecer en la ciudad de venezolana: de cómo ese cielo de profundo azul se va volviendo violeta y se llena de pájaros, de cómo pían las alarmas en las habitaciones y sale de éstas el llanto de los recién nacidos, el sisear de las grecas de café, el rumor de los noticieros. Cómo la sociedad se despierta y de las calles emerge la bulla de las busetas y de los carros, que es la bulla del trabajo, del esforzado madrugonazo de cada día, del echarle bolas. Cómo se levante hacia el aire contaminado de la primera mañana el aroma de las empanadas con guasacaca que se quiebran ante la barra de un lunchería, y por las aceras se extienden las filas blancas y azules de los chamos yendo a la escuela”. (Osío Cabrices, Rafael, 2008)

jueves, 6 de noviembre de 2008


En moto


No se el momento exacto cuando me comenzó a gustar. Creo que fue una mañana, de esas infernales, que Caracas parecía estar sumida en el holocausto, y debía llegar temprano a mi trabajo. Fue justo en ese instante, cuando un señor en dos ruedas, enjuto y con gorra, pasó por mi lado como caído del cielo. Era él, un motorizado que sorteaba las colas como todo un experto. He de admitir mi pánico desmesurado por los vehículos en dos ruedas, que zigzaguean sin control por los 300 millones de carros parqueados en las autopistas. Pero aquel día, ese señor enviado por los dioses, me miró y me dijo: “¿Estás apurada belleza? Yo te llevo por 30 mil”. A lo que contesté- con un pánico anormal que hacía que mis piernas temblaran de manera descontrolada- : “Bueno, pero trata de ir despacito por favor”. Aquel viaje, contrario a la experiencia agónica que yo esperaba, fue un momento de contacto con mi ciudad; sentí una libertad absoluta, como si el mundo fuese solo mío y podía tenerlo en mis manos cuando lo deseara. Asida de aquella moto, recorrí de un extremo a otro la ciudad, mientras mis piernas se adherían a la moto como un bebé se aferra a su madre. Ese día no sólo experimente una sensación de desenfreno nueva para mí, sino que, por primera vez, llegué temprano a mi oficina, provocando la envidia de mis compañeros y los elogios de mis jefes, que jamás me habían visto tan despeinada y tan temprano en mi puesto de trabajo. Toda una experiencia, pues…Hoy, pueden denominarme la segunda persona en Venezuela que usa más la moto como transporte habitual. La primera, es una buena amiga a la que quiero demasiado, que hasta el día de su graduación, con vestido y tacones, llegó al Aula Magna flamante y bajándose de una moto.

viernes, 17 de octubre de 2008


Cosas que me gustan de esta ciudad.

Si, es verdad, esta ciudad es un desastre. Es un desastre y ningún caraqueño, que se precie de serlo, puede decir lo contrario. Pero, todo aquel caraqueño debe reconocer que, insólito por demás, esta ciudad es adictiva. Es un vicio que te va consumiendo, pero eres incapaz de abandonarlo; te arrastra y te lleva a una especie de simbiosis malsana. Es tal la fiebre por esta ciudad, al menos a mí me pasa, que cuando salgo de ella regreso rauda y veloz, como si me hiciera falta el ruido, la contaminación, el caos, etc, etc,etc…Si bien es cierto que me quejo cada segundo por lo caótica locura de ésta urbe, me enloquece sus noches de desenfreno rodeados de alcohol y buena vibra; los fines de semana de excesos y diversión que me ofrece sus centros nocturnos bañados de novedad neoyorkina y sabor latino. También, tengo la costumbre de comparar cada ciudad que visito con la cosmopolita y cambiante capital de Venezuela y me doy el tupé de repetir con total desparpajo: “Caracas es Caracas, y lo demás es monte y culebra”. ¿Quién no ha repetido esta expresión cuando está en algún lugar parecido a Altagracia de Orituco? Es eso, el ritmo acelerado y convulso en la que nos movemos los habitantes caraqueños, nos ha convertido irremediablemente, o por lo menos a mí, repito, en unos masoquistas sin remedios que gastaremos los años entre quejas y besos furtivos. Pero, ciñéndome estrictamente a lo que plantea el título de este pasquín, voy a mencionar lo que me agrada de esta ciudad:
1)Ir por la autopista Francisco Fajardo y que dar sorprendida con lo más loco que he visto: una cola de motorizados por lo congestionado del tráfico. Eso, dificulto lo pueda ver en otra ciudad, país, mundo…
2)Estar en el cine viendo una fabulosa película y que entre una mujer aturdida gritando “me quieren violar” ¡¡¡¡ Auxilio, alguien que me ayude”. Ojo, no era parte de la película, era una mujer gritando sin parar que la iban a violar. Por su puesto, se prendieron las luces y mi fantástica película se quedo a medias, pero las tardes de risa que me ha regalado esta disparatada escena, son invaluables.
3)Las tardes de teatro en el Celarg viendo una película chilena.
4)Leerme un buen libro sentada en un autobús, mientras el conductor me ameniza la tarde con música de Ricardo Arjona. Esto a lo mejor puede pasar en otra ciudad, pero con el tráfico capitalino me da tiempo de leer el libro completo.
5)Pasear por la Universidad Central y echarme cómodamente en la grama de tierra de nadie.
6)Tomarme un café con una amiga en algún lugar de Altamira, mientras me deleito con lo hermoso de esta ciudad, que se desnuda en pleno cuando logras verla más allá de la bruma que la envuelve.

viernes, 19 de septiembre de 2008

¿Me lo habrá escrito a mi?

"Penso, malhumorado, que podían ahorcarse todos ellos con sus malditas repúblicas y sus malditas monarquías, con sus patrióticas arengas y con sus estúpidas reyertas de café. Habría dado cualquier cosa por que unos y otros dejaran de amargarle la vida con tumultos, disputas y sobresaltos cuyos motivos le importaban un bledo. A lo único que aspiraba era a que le dejasen vivir en paz. En lo que al maestro de esgrima se refería, podían irse todos al diablo".



Arturo Pérez-Reverte. "El maestro de esgrima"

viernes, 5 de septiembre de 2008

¿Por qué escribir todo en el blog?

Me gustaría saber cuáles son lo motivos que mueven a una persona a escribir sus sentimientos más profundos en un blog. Es que no entiendo, y puede ser debido a la insensibilidad que me caracteriza, cómo se puede escribir “Estoy profundamente sola y nadie me quiere”, en un portal de Internet. Lo digo, porque hace algunos días, curioseando entre los blogs, encontré uno que me llamó poderosamente la atención. En dicho blog, que obviamente no voy a decir cuál es, se expresaba de manera detallada, cada dolor, cada frustración, cada desengaño que había experimentado en sus veinti tantos años de vida.
Era como leer un diario, tenebroso por cierto, de la niña más infeliz del mundo. Triste la verdad, muy triste. Eso me llevó a preguntarme: ¿Para qué sirve realmente un blog? ¿Cuáles deberían ser las cosas adecuadas para escribir en un sitio que van a leer, posiblemente, millones de personas? ¿Es pertinente escribir los deseos y sueños; los anhelos y penas, dentro de la red? Reconozco que no llegué a una respuesta concreta, porque fue bastante complejo descifrar el uso de un blog y lo que puede sentir una persona al momento de sentarse frente a un computador y descargar sus ideas. Pero, me sigue pareciendo insensato escribir “mi novio me dejó ayer y me quiero cortar las venas” en un sitio que, probablemente, pueda leer algún sádico triste que se identifique con la pobre vida de esa escribiente y decida montarle una especie de acoso sexual. O, también es muy posible, que alguien sin corazón, fanática a burlarse frenéticamente de las desgracias ajenas, consiga en ese blog una diversión para sus tardes aburridas en el trabajo. Es posible, que la intención de esa bloggera sea ese, causar lastima, risa y hasta pena ajena cuando escribe lo infortunada y patética que puede resultar su vida.
Consejo: ¿Ya ven como no es bueno escribir esas cosas en su blog? Gente, muy parecida a mí, podrían usas sus sentimientos para tener algo que escribir y de qué reirse.
Posdata: Si se sienten solos y quieren escribir sus sentimientos, cómprense un diario, gracias.

martes, 5 de agosto de 2008

Una buena grosería

En algunos momentos me gustaría ser diferente. Si, distinta de lo que soy. A veces, y es una costumbre que no me gustaría cambiar del todo, no suelo decir groserías, siempre me han parecido horribles, y más, si son dichas por una mujer. Pero hay momentos que una grosería bien dicha es insustituible. Por ejemplo, cuando en plena hora pico, cansada del trabajo, con enormes ganas de acostarte a dormir, empalmas con la autopista Francisco Fajardo, a la altura de Altamira, y te encuentras con las furibundas colas. En ese preciso momento, no cabe otra expresión que no sea un gran: “Coño e`su madre”. Es que no cabe decir: “Coye, que gran fastidio vale”, es ridículo desde todo punto de vista. Y suena más ridículo aún, si eso se lo digo a un motorizado que, con su paso despiadado, le arranca el retrovisor a mi carro: “Eres un tremendo idiota, gafo”. ¿Se imaginan la risa que le puede causar a ese zigzagueante conductor de dos ruedas, si mi cabeza sale por la ventanilla para vociferar tan estúpida frase? Pero, si en lugar de decirle semejante pavada, le suelto un : “Eres un rolitronquisimo de mama….”, seguro la cara sería otra; por lo menos pensaría que soy medio barriotera y tengo un bate dispuesto en el asiento de atrás con el firme propósito de volarle la cabeza a cualquiera. Eso cambiaría la historia. Lamentablemente, no puedo, no he podido y no podré, aunque en mis continuas visitas al psicólogo y al club de groseros contumaces anónimos de Venezuela, por lo menos he logrado escribirlas. Bueno, creo que me veré más ridícula aun, si en lugar de decirlas, le aviento un papel, con la grosería escrita, en la cara a dicho moto- taxista.

miércoles, 16 de julio de 2008

La historia cambia. Las costumbres fluctúan milimétricamente a la par del paso de los años. Nada permanece estático con el tiempo. Somos así, cambiantes, camaleónicos y únicos. De esa manera, también cambian las formas de ver la vida, de expresarse, de comunicarse, de acercarse a los otros. Buscamos, constantemente, maneras de definirnos a través del lenguaje, de identificarnos, y más, de diferenciarnos. Una palabra, nos ubica en un contexto como si fuese una carta de presentación cuyos datos se circunscriben a resaltar nuestra personalidad. Por ejemplo, un naguará, te sitúa muy cerca de Lara, aproximadamente en la ciudad de Barquisimeto y a 95 metros de Carora. Igual, decir un: “vergación” te cubre por completo de un tinte marabino indiscutible. Y así pasa en cada rincón del extenso territorio venezolano; una simple frase logra ubicarte, inequívocamente, en un lugar y momento determinado.
Este hecho peculiar, ha evolucionado con el tiempo y las palabras que, en otrora, identificaban algún aspecto personal, ahora pertenecen al historial lingüístico de los “abuelos”. Este punto también logra identificar características de las personas; el hablar con términos usados años atrás, te ubica perfectamente como alguien de avanzada edad. Decir: “¿Qué estás esperando, la Billo? Te contextualiza entre los 70 y 80 cuando la era de los Melódicos y la Billo’s Caracas Boys, estaban en su máxima expresión. Eran un boom, pues…
Así ha pasado con todo, las frases y palabras típicas de cada región o sector, logran ubicar, cual GPS, a que momento o lugar perteneces. Este hecho ha evolucionada con los años; las frases que utilizaban nuestros padres y que para la época causaban furor, hoy en día fueron intercambiadas por un “burda” o un “más fino”. Ahora somos un compendio de frases extrañas que combinan un spanglish venezolanizado.
Un “burda” (palabra cuyo significado real desconozco) dicho con “r” te pinta con pollina de medio lado y un mandibuleo en los labios que - cuando hablas - emite el mismo sonido de cuando tienes dormida la lengua con lidocaína. En cambio, un “bulda” dicho con “l” te para en la acera de enfrente y, como regla sin ecuanon, montado sobre una moto subiendo los estrechos cerros capitalinos.
Así éramos, así somos y así seremos per secula seculorum.

viernes, 4 de julio de 2008

Adular,es una arte

Adular, aunque muchos piensen lo contrario, no es lo mismo que “jalar mecate”. Insisto, no es lo mismo. Adular, por ejemplo, es decirle a una persona, con visibles kilos de más, lo bien que le sienta en la figura sus nuevas curvas, sin caer en ridículas exageraciones o paroxismos absurdos. Suntuosamente, se halaga a la persona en cuestión, con el fin de ganarse su aprecio, de manera elegante y discreta. “Jalar mecate”, expresión que más venezolana no puede ser, es otra cosa. Carece de estilo, de forma, de gracia y personalidad. Es sólo jalar hasta lo injalable. Por ejemplo, decirle a un presidente que sus ideas son brillantes cuando, evidentemente, la está cagando, es un acto de simple y exclusiva “jaladera”. Adular, es otra cosa, tiene su ciencia, se practica y exige, por ley, profusa inteligencia. Es que no es fácil adular sin caer en las tristes “jaladitas” burdas y oliscosas que muchos “jaladores” de profesión ponen en práctica. El que adula, por lo general, sabe hasta donde puede llegar; reconoce que aspecto de la personalidad debe resaltar para caer en gracia. En cambio, el jalador, toma todo, lo que es y lo que no es, no escatima en epítetos, y poco le importa cómo pueda quedar su integridad humana. Jala, hasta quedarse suspendido en el aire exponiéndose a un desgarre muscular.
Pero, tampoco es una tarea fácil las que tienen los ilustres jaladores. Su trabajo también amerita cierta destreza y habilidades. Por ejemplo, estar 6 horas sentado- moviendo la cabeza continuamente de arriba hacia abajo- escuchando pendejadas en un mitin político, es una tarea olímpica y hasta titánica. ¿Sabes lo que es aplaudir durante tanto tiempo sin un solo engarrotamiento de dedos? No es fácil… Valga una ovación, pues….Lo cierto de todo este triste opúsculo, es que ambas prácticas humanas carecen de semejanza y que, por lo menos, si se van a dedicar a la jaladera, traten de ser una poco más delicados. Es decir: “Coño, jalen, pero no se guinden”.

miércoles, 25 de junio de 2008

Hoy es uno de esos días en los que te levantas triste sin una explicación aparente. Triste, porque así te parece, porque está lloviendo y la lluvia te deprime, triste porque estás en tus días, porque viste a un niño pidiendo comida, porque alguien te miró extraño, o Dios sabe por qué más. Con una licenciatura que camina a paso de vencedores, un futuro, aparentemente, lleno de triunfos y una rutina de vida medianamente divertida, me siento triste. No busco explicar, no me interesa, solo estoy triste. ¿Eso me pasará solo a mí?

jueves, 12 de junio de 2008

Querido Dios, no pretendo darte más preocupaciones de las que tienes, esa no es mi intención, pero me encantaría pedirte solo una cosa : Por fa, cuando tengas un tiempito en tu apretada agenda, permite que mi amado presi- tan bello él- pueda conseguir verdaderos asesores que le digan cuando está metiendo la patita. Es que a mi me da mucha rabia que a mi presi lo tengan mal informado, porque estoy seguriiisiiima - y pongo mi cabeza bajo la cuchilla- que el no sabe nada sobre ese festival de Hommer que desfilan en los estacionamientos de los ministerios. Es que no, no lo sabe. Me lo tienen encerrado en un cuarto oscuro, desprovisto de televisión y sin manera de enterarse de las cosas que pasan aquí. Además, y eso si lo puedo apostar, que ni comida le deben dar. Pobrecito mi presi, ya lo tienen medio loquito. Por fa Dios, ayúdame porque ya no aguanto el sufrimiento de ver a mi querido y amado presi sufriendo tanto oprobio.

miércoles, 11 de junio de 2008


A veces te puedes sorprender de lo entupido que podemos llegar a ser los seres humanos sin darnos cuenta. Ayer experimenté una de las situaciones mas absurdas que se pueda alguna vez imaginar. La sala de conciertos de la Biblioteca Central; los cien años del nacimiento de Salvador Allende y toda la comitiva Chilena residenciada en Venezuela. Todo el protocolo normal que se establece en estos eventos diplomáticos entre países. El sentimiento pro allendista ocupaba las paredes elegantes de la sala. Entre estudiantes y académicos se daba inicio a una jornada que aspiraba conmemorar el nacimiento de este legendario personaje latinoamericano. Todo era propicio- y en medio de mi emoción y euforia característica- esperaba el introito de tan merecido reconocimiento. Pero, algo estaba mal, se sentía la tensión borboteando por entre los rincones; las ojeadas insidiosas de los asistentes hacia el lado derecho del recinto; la mirada perdida del rector París, mientras su cuerpo derretido ocupaba ampliamente su silla presidencial. De inmediato pensé que era normal ese clima álgido que-al parecer-solo yo sentía y que estaba haciendo estremecer mi cuerpo y mi mente. Traté de calmarme, aludiendo mi nerviosismo a la capacidad innata de elucubrar cualquier cosa en cuestiones de segundos. Ojala hubiese sido solo mi imaginación. Las voces estentóreas de los estudiantes comenzaron a pasar por encima de aquel elegante locutor que intentaba hacer las veces de Gilberto Correa. Los gritos de París- flamante rector del la UCV- retumbaban en los tímpanos de los asistentes que se negaban a dejar de abuchear y gritar: “Fuera la oligarquía de la Universidad”, mientras acompañaban la estrofa con: “Paris se quema, se quema parís”. Muté abruptamente: del miedo a la rabia, de la rabia a la pena, y de la pena a la abulia. Era un simple soliloquio. Todos gritaban, matando por segunda vez al hombre socialista de Valparaíso.

martes, 10 de junio de 2008

Carcaos


Con imagen apocalíptica, sacada de una película de Spielberg, se abre ante los ojos adustos de los caraqueños, una ciudad que parece haber sido devorada por el impío devenir de los carros: el tráfico. Nunca imaginamos, los inocentes ciudadanos, que esta ciudad llena de invaluables lugares que emulan los altos centros nocturnos internacionales, llegaría a convertirse en una famélica devastadora de nuestra salud mental. Es evidente que Caracas ha colapsado. Colapsada desde todos sus intersticios y sin la más vaga posibilidad de encontrar alguna solución. Cada esquina, cada calle, las autopistas, espacios peatonales, están ocupados haciendo las veces de estacionamiento. Los ojos refulgentes de los vehículos se mantienen zigzagueantes debatiéndose entre las estrechas avenidas que entretejen el valle capitalino. En busca de algo de paz, la única vía posible para los pobres capitalino es una destrucción masiva – puede ser por medio de una bomba o un meteorito- de por lo menos la mitad de esas mofetas que han invadido los concesionarios de todo el país. Empero, aunque mi petición goza de un verdadero sentido solidario, espero firmemente que la mirada compasiva de Dios permita que el mecanismo destructor no caiga cerca de mi hermoso carro. Amen.

lunes, 5 de mayo de 2008

Sin palabras...


El NO club de fans

En la ciudad de caos, donde convergen toda clase de especies, anfibios, reptiles y seres humanos, renace desde el inframundo con aspecto repugnante, una cabeza peluda que tapa su terrible alopecia con una particular gorra del Che Guevara. No se sabe como apareció, pero ahora aspira ocupar un alto cargo en alguna gobernación del país.
Este ser redondo, barbudo y con verbo flamígero, convulsiona las pantallas venezolanas durante su programa nocturno: La hojilla. Eructa diez veces por segundo- cosa que es razonable tomando en cuenta todo lo que debe comer para abastecer semejante barriga- Insulta a sus émulos con total normalidad, mientras pasa por encima –sacándole la lengua- a todas las leyes que protegen la integridad del otro. Este panzón famélico de poder es más famoso que Don francisco y más odiado que Popi; goza de lo que se ha denominado: El no club de fans. Todos aquellos que quieran pertenecer al no club de Mario Silva, pueden hacerlo por medio de este blog y depositar todas sus gloriosas groserías para enriquecer el desprecio merecido de esta pandemia que amenaza con apoderarse del país.

martes, 15 de abril de 2008

La confesión

¿Cómo hacer cuando en un momento embarazoso te quedas sin palabras? Es terrible, quedarte con la boca semi abierta, pálido, con la vista centrada en un punto y pensando: ¿Qué carajo digo? Repito, es terrible. Rápido, rápido, piensa, responde. Ya llevas 5 segundos con los dedos rozando el teclado, balbuceando frases, verbos, sustantivos y adjetivos-mayormente descalificativos- Rápido, rápido, dime algo.
Imaginense la escena: yo, sentada en el sofá, con mi suegra a la derecha y me sobrina a la izquierda. En mis piernas, la laptop mostraba algún estúpido video de youtube. Risas. Todo en armonía. Abajo, una pequeña luz naranja iluminaba la pantalla. “¿Qué es eso? Alguien me hablaba en Messenger. Era un amigo, un gran amigo, un viejo amigo.
n Hola, dijo el
n ¿Viste la foto? Jajajaja. Es mi esposo
Empalidecí. Mi novio, frente a mí- que no es casi jodedor- me miró y sin pensarlo soltó una carcajada siniestra. “Lo sabía, lo sabía”, gritaba mientras su mamá horrorizada preguntó: “¿Tu amigo es Gay?”. Mientras tanto, mi amigo esperaba respuesta. Era una confesión; un secreto que todos, menos yo, sabían. Responde, responde rápido.

Terrible fascinación

Siempre fui una de las principales detractoras de la tecnología. Odiaba todo lo que tenía que ver con nuevas resoluciones, megapixeles, banda ancha y esas cosas que todavía desconozco. Creo que fui la única enajenada que no tenía internet en pleno 2006. No tenía y no me interesaba. Era la única que iba a las bibliotecas en busca de información sobre las nuevas teorías de la comunicación y no las bajaba del superbucador Google. No sabía-y repito-no me interesaba. Me hablaban de los nuevos videos sobre algún idiota que se caía de un árbol o la nueva foto porno de Britney; y en medio de risas falsas, disfrazaba mi profundo desconocimiento del tema. Y confieso, mi desconocimiento tenía asidero en un miedo terrible por el monstro de dos cabezas que significaba el famoso Internet Explorar. Me imaginaba metiéndose en mis venas, intoxicando la sangre y devorándome poco a poco el cerebro.
Fue en esa mañana, esa maravillosa mañana, que descubrí un mundo fascinante. Me deje llevar por las cautivantes imágenes, la rapidez de su búsqueda, y la maravillosa facilidad de saber los chisme más increíbles de tus amigos del bachillerato-no hay nada más satisfactorio que ver a compañeros de clases un tanto destruidos- Me dejé llevar; no puse ninguna objeción; no me hizo petición para entrar , y sin embargo, la acepte. No hay cine, fiesta o guateque que pueda contener mis ansias de conectarme en Messenger. Sea cual sea la ocasión, surge en mi la inquietante curiosidad por revisar la lista de mis nuevos amigos del facebook-mas del 90% de ellos no los conozco-y el ansia por navegar en las profundas dimensiones del fascínate mundo del internet. Reconozco mi enfermedad. Me gusta internet; muero por los videos de youtube ¿Y qué? Si fuese por mí, pasaría horas alienada frente a la traslucida pantalla de mi rastrojo de computador. Estoy tan inmersa en la fascinación, que hasta creé mi propio blog.