El sueño frustrado de toda mi vida fue ser bailarina. Cuando pequeña, me ponía una falda azul y daba vueltas como trompo por toda la casa. Me paraba de cabeza, hacía coreografías con mi hermana y en cuanto baile, fiesta o evento escolar saliera, yo levantaba mi mano y era el primer chicharrón. El baile era para mi lo que una Barbie era para cualquier niña, una diversión y una cuota de felicidad.
A pesar de mis deseos, mi madre jamás me inscribió en ninguna academia, ni de ballet ni de música tradicional ni de nada. Su argumento siempre fue el miedo que le tenía a dejarme sola en cualquier parte o, en su defecto, dejarme a cargo de otra persona que no fuese ella. ¿Sobre protectora? Si, bastante.
Mientras ella se negaba, yo insistía en asirme de la falda y mis zapatillas improvisadas (unas muy parecidas a la que se ponen con los disfraces, pero con cintas y pinturas echas por mí) como un rescatado se aferra a los recuerdos. Era mi pelota Wilson.
Con ese deseo crecí, y apenas entré al bachillerato y había adquirido un poquito de libertad, me fui directo a la fundación Bigot para empezar clases de danza nacionalista.
Con ese deseo crecí, y apenas entré al bachillerato y había adquirido un poquito de libertad, me fui directo a la fundación Bigot para empezar clases de danza nacionalista.
Allí estuve felices 4 años haciendo bailes para la celebración del Día del Liceo. Un día la fundación cerró sus puertas y se mudó a la tan lejana – para mí- localidad de Catia. Desistí del baile, pero con la promesa debajo del brazo que si en algún momento yo tenía una niña, la enviaría directo a una academia, así ella decidiera salirse después.
Sueño frustrado por segunda vez
Hace 6 años llegó a mi vida una pequeña loquita. Nació de mi hermana y colgó en mi pecho la insignia de tía. Es una loquita irremediablemente parecida a mí, que con cada gesto u acción me hace viajar por la enrevesada y enmarañada autopista de los recuerdos.
Sueño frustrado por segunda vez
Hace 6 años llegó a mi vida una pequeña loquita. Nació de mi hermana y colgó en mi pecho la insignia de tía. Es una loquita irremediablemente parecida a mí, que con cada gesto u acción me hace viajar por la enrevesada y enmarañada autopista de los recuerdos.
Cuando se paró, por primera vez, en sus débiles piernas, lo primero que hizo fue bailar. Definitivo, es igual a mí.
Baila todo lo que le pongan, desde merengue hasta los jingles de las cuñas y desde los aplausos hasta los silbidos.
Siguiendo el guión de la historia, a la pequeña tampoco la han inscrito en nada, con la maravillosa diferencia que apenas tiene 6 años.
Ella sigue bailando, y yo me limito a auparla cuando termina su performance.
Baila todo lo que le pongan, desde merengue hasta los jingles de las cuñas y desde los aplausos hasta los silbidos.
Siguiendo el guión de la historia, a la pequeña tampoco la han inscrito en nada, con la maravillosa diferencia que apenas tiene 6 años.
Ella sigue bailando, y yo me limito a auparla cuando termina su performance.
No se sí esto tenga relación con su persistente inclinación a las artes –pues aparte de bailar también pinta- pero recuerdo que su nombre, escogido por mí, fue el de una famosa artista estadounidense, música, poeta, dibujante y artista experimental de performance, en los que combina música minimalista, diapositivas y reflexiones irónicas sobre el lenguaje.
Yo sólo espero que la historia no haga su pirueta cíclica y que ella sí logre lo que su tía no pudo siquiera empezar.
Aunque eso no significó un dolor incurable para mí, capaz de hacerme perder la razón o arrojarme hacia la misantropía, siempre es bueno poder hacer todo lo que se ha querido.
Aunque eso no significó un dolor incurable para mí, capaz de hacerme perder la razón o arrojarme hacia la misantropía, siempre es bueno poder hacer todo lo que se ha querido.
1 comentario:
Creo que haz descrito mi posición pero ahora con 17 años y la oportunidad de entrar a una academia de danza por primera vez, creo que mi deseo desde que puedo recordar, ya no se, siento que no estoy en edad para experimentar aquello siento que eso prefiero guardarlo en el pasado, no soy tía ni espero serlo pronto pero tengo una hermanita de dos años a la que apoyaria en todo ... Me encanto tu escrito Kathe Sosa
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