La masacre de Latinoamérica
Llegaron perdidos, y ansiosos. Jamás habían visto un paraje tan espectacular y creyeron ser sus dueños. De hecho, por sus cabezas pasó la idea de que el haber llegado allí los convertía en sus descubridores y la historia- triste designio- los sepultaría con esa insignia. Hasta hace poco, en las clases de historia, los educadores vanagloriaban la hazaña heroica de Colón y demás acompañantes. Para variar, los anales siempre solapan una versión destinada al destierro y luego al olvido.
Como manifiesta Mario Vargas Llosa en un prologo de su autoria dedicado a la obra de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas: "Si hay una barbarie explícita, cínica, la encarna la Compañía, cuya única razón de ser en las selvas y ríos donde se ha instalado a saquearlo, explotando para ello con ilimitada crueldad a esos caníbales a los que esclaviza, reprime o mata sin el menos escrúpulo".
Así se dieron las cosas, bajo este perfil y con la sangre indígena mezclándose con los meandros de los ríos.
Pero, despojándonos de sentimentalismos ancestrales y resentimientos obsoletos, en nuestro continente no habitaban seres despojados de toda maldad y amparados bajo la santidad de un ángel. En nuestro continente había indígenas, acostumbrados a matar, a realizar sacrificios religiosos, a extirparle el corazón a quien se atraviese a deshonrar la dinastía o el honor. El pensar que nuestros indígenas fueron mansos corderos, que aceptaron con beneplácito los abusos y desmadres de los españoles es tan risible como creer que un borracho, malandrín de quinta llamado Cristóbal Colón es el padre de un continente, que tras años de esfuerzo y sacrificios, logró descubrirlo. Por Dios, señor, ya nosotros existíamos, incluso mucha antes que usted pensara nacer- podría decirle si existiese la oportunidad-.
Es precisamente esta parte de la historia la que se encuentra reflejada en el cuento Ojos azules, de Arturo Pérez-Reverte.
El eterno amante de las batallas
Como reportero de prensa y televisión le tocó cubrir los conflictos internacionales, y tras su paso por eso derroteros, fue testigo de múltiples estallidos bélicos como la guerra de Chipre, diversas fases de la guerra del Líbano, la guerra de Eritrea, la guerra del Sahara, la de las Malvinas, la de El Salvador, la guerra de Nicaragua, del Chad, la crisis de Libia, las guerrillas del Sudán, la guerra de Mozambique, de Angola, y el golpe de estado de Túnez, entre otros. Incontables historias pugnándose un lugar de honor dentro de las extensas obras que carga acuestas el escritor español Arturo Pérez-Reverte.
Es comprensible que después de estar en tantos campos armados, la mayoría de sus libros tengan como leitmotiv las batallas, las armas, los capitanes, ejércitos, sangre y muertos. La colección Las aventuras del capitán Alatriste, lo confirman.
Con un puesto dentro de Real Academia Española, desde el 12 de junio de 2003, Pérez-Reverte ha tenido sus glorias. El Maestro de esgrima logró atraparme desde el primer momento, además de parecerme un esfuerzo significativo el trabajo de investigación sobre aspectos de la esgrima que estaban soterrados en el relato. A ratos, parecía más una clase de esgrima que una historia de amor y muerte.
El club Dumas, no necesita presentación, pues hasta goza de una película protagonizada por Jhonny Deep y dirigida, nada más y nada menos, por Román Polanski (La novena puerta, 1999).
Pero esta novela, que luce más como cuento por lo corto del relato – tan sólo tiene 36 páginas- parece haber nacido como estrategia de la editorial y no como un aporte literario del escritor español. De hecho, en pocas biografías sobre Pérez-Reverte sobre sale, o se menciona, la existencia de Ojos azules.
Los ojos azules de un español
El libro lo compré el mismo día que se celebraba el otrora Día de la raza, y lo tomé sin ningún fin histórico o para reivindicar mi pasado indígena y negro. A decir verdad, me gustó su bien lograda ilustración y la solapa de lujo que lo envolvía. Además, el precio era absurdo (23 Bs.), tomando en cuenta que cualquier libro no baja de los 100 bolívares fortísimos.
No es un joya literaria, ni creo que ese haya sido el objetivo del autor, mantiene el lenguaje elaborado y enrevesado, que te transportan a los remotos años de 1520, año según la cual los aztecas dieron fin al dominio de los conquistadores en las tierras mejicanas de Tenochtitlán. La venganza más absoluta, buscaba limpiar la sangre nativa a punta de dagas, carnes desgarradas y corazones ofrecidos a los dioses.
Esa noche, mejor conocida como La noche triste cuenta la historia, según Pérez-Reverte- de cuando los aztecas juraron venganza y decidieron acabar con la vida de aquellos impíos españoles que violaron a sus mujeres, mataron a sus hombres, y saquearon sus riquezas por la vía de la crueldad más absoluta.
Cargados de todo el oro que les cabía en los jubones y bolsillos, los conquistadores emprendieron la huida hacia tierras españoles. Ojos azules, el protagonista de la historia y uno de los españoles sanguinarios, decidió no dar marcha atrás hasta llevarse todo las riquezas que había recaudado en sus años de abusos, robos y violaciones.
"El peso del oro lo reconfortaba. Había venido muy lejos a buscarlo, había peleado y sufrido y visto morir a muchos camaradas por ese oro. Él tenía la certeza de que iba a salir con bien de aquella; y a su regreso ya no tendría que arar la tierra ingrata en la que había nacido, seca y maldita de Dios, tierra de caínes esquilmada por reyes, curas, señores, funcionarios, recaudadores de impuestos y alguaciles. Con aquel oro tendría para vivir bien y hacer una buena boda, para poseer su propia tierra y su propia casa. Para envejecer tranquilo, como un hidalgo, contándole a sus nietos cómo conquistó Tenochtitlán".
Como narrador omnisciente, el autor no solo hace una radiografía de aquellos acontecimientos olvidados que marcaron la historia de los hispanos parlantes, sino que, en paralelo, humaniza a quienes por intereses varios destrozaron un continente.
Viola a una de las aztecas, ésta se enamora del español y comienzan un fogoso romance. Ella sale embarazada y él decide abandonarla a su suerte y emprende el difícil retorno a su tierra. Aunque le da ese toque dulzón y cursi propio de las novelas mexicanas, la nostalgia que sentía ese español por los suaves dulces y caricias que le propinaba la muchacha pelinegra, sirve para suavizar los extensos párrafos descriptivos y onomatopéyicos que destacan a lo largo del texto.
Al final, y muy predeciblemente, el español es capturado por las eternas victimas, y con una daga le arrancan el corazón, justo después de haber deseado que el hijo que llevaba la azteca en su vientre, siquiera, tuviese los ojos azules.
Un socarrón final para un libro que no te atrapa desde la primera línea.
Viola a una de las aztecas, ésta se enamora del español y comienzan un fogoso romance. Ella sale embarazada y él decide abandonarla a su suerte y emprende el difícil retorno a su tierra. Aunque le da ese toque dulzón y cursi propio de las novelas mexicanas, la nostalgia que sentía ese español por los suaves dulces y caricias que le propinaba la muchacha pelinegra, sirve para suavizar los extensos párrafos descriptivos y onomatopéyicos que destacan a lo largo del texto.
Al final, y muy predeciblemente, el español es capturado por las eternas victimas, y con una daga le arrancan el corazón, justo después de haber deseado que el hijo que llevaba la azteca en su vientre, siquiera, tuviese los ojos azules.
Un socarrón final para un libro que no te atrapa desde la primera línea.
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