Lunes, 28 de septiembre en la mañana
-- Chamo, yo creo que hasta hoy aguanto—dijo Marco desde su colchoneta, mientras aprieta la almohada contra su barriga.
El chico de al lado lo mira de soslayo, y vuelva a concentrarse en el juego Venezuela & Taití. Afuera, en la calle, la gente se detiene a ver el juego desde una pantalla plana. Los periodistas cuelgan los micrófonos y grabadoras; ni la presencia del Alcalde Mayor los saca de su letargo. Goooollll, grita un técnico y la extinta CNB (que se encontraba transmitiendo por Internet desde el lugar) los acompaña eufóricos. ¡Eso es Venezuela, tú puedes!
-- Mi vida, no llores, tú sabías que esto no iba a ser fácil – le dice Sebas a Irene, agarrándole un brazo y llevándola hasta la colchoneta --. Si te sientes tan mal puedes darte de baja hoy, nosotros entendemos.
Del otro lado de la carpa, un grupo de muchachos del movimiento 100% tratan de ver la pantalla, pero el bululú se los impide. La única mujer del grupo señala con el dedo índice de la mano izquierda, y con el codo derecho tropieza al otro, indicando a la dirección que debe mirar.
-- Ves, llegó Leopoldo. Estos son el tipo de vainas que me impiden sumarme a la huelga—dice ella visiblemente disgustada--. Dejan que se metan los políticos y se adueñan de todo.
-- De pana—responde el más alto y se acomoda los lentes para ver mejor--. Y Leopoldo, que más devaluado no puede estar. Que cagada. Si dejamos que se metan los políticos, nos jodimos.
Al frente de la huelga de hambre, como parte de las ironías del destino, se encuentran dos panaderías, repletas por los fisgones, vecinos y familiares de los estudiantes.
-- Vente, chamo. Tengo full hambre y me da paja con los carajos comer allá. Vamos a quedarnos aquí—dice el técnico de Globovisión--. ¿Será que les llevamos unos pastelitos?—sonríe con burla desde el mostrador.
Una señora, vecina del sector, pide una bomba con bastante crema. Parece no darse cuenta de los estudiantes, posiblemente es una mujer despistada, y pasa frente a los huelguistas saboreando el postre rebozado. Por el borde de los labios corre la crema chantillí, y como si fuese una niña con un helado, se chorrea todas las manos. Se lame los dedos y cierra los ojos. ¡Señora, por dios… podría darse la espalda, no se da cuenta de que los muchachos están pasando hambre!
-- Coño, verdad. Disculpen muchachos, no me di cuenta—dice apenada y se devuelve a la panadería. Regresa con una bolsa repleta de pastelitos y por la entrada derecha a la OEA, se los entrega al stand de donativos.
De nuevo en la carpa, esta vez Ricardo, se queda embobado viendo la panadería. Trata de apoyarse de los codos en la cama, pero la debilidad por las horas sin comer, le da un empujón y cae de nuevo sobre su espalda.
-- Marico, el olor a pan me tiene mal. Debimos hacer esta huelga en otro sitio, uno que no tuviese dos panaderías al frente. Esto es una tortura.
El otro huelguista le da la razón y se levanta de la cama como si tuviese resortes en los zapatos. ¡Muchachos, allá vienen las autoridades del la UDO Oriente! ¡Llegó la hora de declarar!
Los muchachos, que minutos antes dormitaban en sus camillas, hacen fila india hasta la esquina en donde permanecen los periodistas. Unos diez estudiantes deciden ver la rueda de prensa desde su sitio, y otros prefieren seguir durmiendo.
-- Señores, por favor, traten de no agitarse mucho porque ya las defensas están bajando—grita una de las enfermeras, pero no logra calmar la euforia de los presentes.
Marcos, uno de los primeros huelguitas del estado Anzoátegui, mira al grupo apiñado alrededor de las cámaras y, de inmediato, les da la espalda.
--Que bolas—comenta con voz baja a su compañero de huelga y de estudios--. No pueden ver una cámara porque les sale energía de no sé dónde. No joda, yo no puedo ni ir pa’l baño sólo porque me caigo e’ jeta.
-- Igual yo—responde el amigo, también estudiante de la UDO-Oriente--, Pero no nos hagamos los pendejos, tú sabes porque ellos están así.
Marco se coloca el dedo en los labios ¡Shuu!, habla bajito, acuérdate que puede haber infiltrados de la Hojilla. El otro se pone la almohada en la boca, y se ríe de su picardía. Ambos agarran los vasos plásticos llenos de agua, y lo beben con desesperación.
Una señora, que se ofreció desde el segundo día de la huelga como colaboradora, pasa con una libreta por cada una de las camas. ¡Aquellos que quieran algo, avísenme para anotarlo! ¡Yo, quiero suero! ¡Yo quiero Gatorade! Se escucha como un coro de voces en la iglesia.
Alrededor de tres ruedas de prensa se hacen por día, y el mismo grupo de estudiantes, se organizan para estar en la misma posición frente a los espectadores. ¡Tú a mi derecha, el detrás de mi porque es muy alto, y tú al lado de aquel!, era la instrucción que giraba como comandante de un pelotón militar.
Los abogados de la moción, les hacen gestos de aprobación con las manos a los muchachos y saludan a los mirones. La jefa de prensa de la huelga- si, jefa de prensa- les informa a los periodistas la hora exacta en la que piensan hablar los voceros estudiantiles y los abogados.
El mismo lunes 28, en horas de la tarde
-- Chamo, que escondas ese vaso—le grita el organizador a uno de los huelguistas
-- ¿Qué te pasa, marico? No puedo tomar agua tampoco—le responde molesto y se bebe de un soplo lo que quedaba en el recipiente.
-- Agua sí, pero esa vaina que estás tomando no es agua—insistió.
-- Es suero, mariquito, y que yo sepa la idea de la huelga no es que nos muramos todos como pendejos. Ya el agua me da náuseas. ¡Guacala!
La huelga trascurre en una tensa calma. Una ambulancia se lleva a Marcos, que tiene la glicemia baja y principio de asma. Vomita dos veces, y acepta ser trasladado al Urológico de San Román. De 6 a 7 de la noche, se llevan a dos estudiantes más, y una mujer va con ellos. Ella llegó pesando 52 kilos, y ya está en 47. ¡No puede seguir aquí!, dice la enfermera.
A las doce de la madrugada ya no hay medios, ni periodistas. Sólo quedan los estudiantes, unos cuentos vecinos, y las madres de los muchachos.
Con la oscuridad de la noche, todo parece olvidarse, incluso, la propia huelga. Los organizadores se despiden y van a sus casas, pero antes, se acercan a los ayunados y les dan instrucciones. Unos asienten con la cabeza y otros manifiestan su desacuerdo.
Ya a las 2 am, sólo quedan las madres más preocupadas, compartiendo las colchonetas con sus hijos. Desde una equina, un estudiante se levanta y se va al stand de donativos. 5 minutos después regresa, y se cubre todo el cuerpo con una sábana.
Si alguien se para desde lejos, a una cuadra, verá varios torsos cubiertos con sábanas, moviendo las manos debajo de ellas, muy cerca de la cara. Formas graciosas, muy similares a los juegos de niños cuando se esconden debajo de sus camas para hacer travesuras o jugar a los fantasmas.
Un nuevo día, ya en la mañana
-- Es hora, ya quiero sacar a mi hijo de aquí—dice una madre a otra—El se niega a comer, dice que su compromiso es más grande que el hambre, pero me da rabia que sean pocos los comprometidos—murmura.
-- Al mío lo saco hoy, no me interesa lo que digan estos abogados ni el tal Julio. No voy a dejar que se muera mi muchacho.
Con ayuda de su hermano, Iván, estudiante de Bolívar, se levanta y sale de la zona huelguista. Pasa por el baño sólo para huelguistas y, al salir, se detiene frente al grupo de sus compañeros.
-- Debemos terminar esto, muchachos —dice Rebe a sus congéneres—Continuar sería un suicidio a nuestra idea inicial.
-- Estamos contigo; además, ya esto parece un concierto, sólo falta que Yordano venga a cantarnos una canción en dueto con Soledad Bravo—responde un moreno alto que ha perdido 5 kilos durante la huelga.
Al frente, Luis Chataing y El Guille saludan y dan besos, mientras algunos estudiantes hacen poses para salir bien en las fotos y montarlas en el Facebook.
-- ¿Ves lo que digo? Ya esta vaina se volvió un circo.
Al frente de las cámaras, dos jóvenes muestran sus labios parcialmente cosidos, y los abogados los vigilan dándoles la venia.
-- Si seguimos así, no dudo que nos convirtamos en la segunda plaza Altamira. Los actores animando la vaina; Servando y Florentino diciendo “Dejen de cantar las canciones de mi papá”; y la gente de RCTV llorando por sus equipos.
Las risas rompen las caras largas y palidecidas. Unas cuantas horas después, los tuiteros comentan sus opiniones a favor o en contra de la culminación. Desde VTV, Silva, muestra las fotos de huelguistas comiendo arepas y hamburguesas.
Los restaurantes de la cuidad capitalina, en especial sus dueños, celebran que la huelga terminó.
Las dueñas de las tiendas de ropa que quedaban escondidas tras las tienda de campaña “Ayunera”, arreglan los maniquíes y colocan 50% de descuento en toda la mercancía.
Muchos de los estudiantes, unos 30, quizás menos, deciden volver a sus estados y borran los contactos telefónicos de los voceros estudiantiles y de los abogados.
La calle Orinoco de las Mercedes, vuelve a su eterna rutina y la lucha estudiantil queda solapada bajo la historia de unos pocos.
-- Chamo, yo creo que hasta hoy aguanto—dijo Marco desde su colchoneta, mientras aprieta la almohada contra su barriga.
El chico de al lado lo mira de soslayo, y vuelva a concentrarse en el juego Venezuela & Taití. Afuera, en la calle, la gente se detiene a ver el juego desde una pantalla plana. Los periodistas cuelgan los micrófonos y grabadoras; ni la presencia del Alcalde Mayor los saca de su letargo. Goooollll, grita un técnico y la extinta CNB (que se encontraba transmitiendo por Internet desde el lugar) los acompaña eufóricos. ¡Eso es Venezuela, tú puedes!
-- Mi vida, no llores, tú sabías que esto no iba a ser fácil – le dice Sebas a Irene, agarrándole un brazo y llevándola hasta la colchoneta --. Si te sientes tan mal puedes darte de baja hoy, nosotros entendemos.
Del otro lado de la carpa, un grupo de muchachos del movimiento 100% tratan de ver la pantalla, pero el bululú se los impide. La única mujer del grupo señala con el dedo índice de la mano izquierda, y con el codo derecho tropieza al otro, indicando a la dirección que debe mirar.
-- Ves, llegó Leopoldo. Estos son el tipo de vainas que me impiden sumarme a la huelga—dice ella visiblemente disgustada--. Dejan que se metan los políticos y se adueñan de todo.
-- De pana—responde el más alto y se acomoda los lentes para ver mejor--. Y Leopoldo, que más devaluado no puede estar. Que cagada. Si dejamos que se metan los políticos, nos jodimos.
Al frente de la huelga de hambre, como parte de las ironías del destino, se encuentran dos panaderías, repletas por los fisgones, vecinos y familiares de los estudiantes.
-- Vente, chamo. Tengo full hambre y me da paja con los carajos comer allá. Vamos a quedarnos aquí—dice el técnico de Globovisión--. ¿Será que les llevamos unos pastelitos?—sonríe con burla desde el mostrador.
Una señora, vecina del sector, pide una bomba con bastante crema. Parece no darse cuenta de los estudiantes, posiblemente es una mujer despistada, y pasa frente a los huelguistas saboreando el postre rebozado. Por el borde de los labios corre la crema chantillí, y como si fuese una niña con un helado, se chorrea todas las manos. Se lame los dedos y cierra los ojos. ¡Señora, por dios… podría darse la espalda, no se da cuenta de que los muchachos están pasando hambre!
-- Coño, verdad. Disculpen muchachos, no me di cuenta—dice apenada y se devuelve a la panadería. Regresa con una bolsa repleta de pastelitos y por la entrada derecha a la OEA, se los entrega al stand de donativos.
De nuevo en la carpa, esta vez Ricardo, se queda embobado viendo la panadería. Trata de apoyarse de los codos en la cama, pero la debilidad por las horas sin comer, le da un empujón y cae de nuevo sobre su espalda.
-- Marico, el olor a pan me tiene mal. Debimos hacer esta huelga en otro sitio, uno que no tuviese dos panaderías al frente. Esto es una tortura.
El otro huelguista le da la razón y se levanta de la cama como si tuviese resortes en los zapatos. ¡Muchachos, allá vienen las autoridades del la UDO Oriente! ¡Llegó la hora de declarar!
Los muchachos, que minutos antes dormitaban en sus camillas, hacen fila india hasta la esquina en donde permanecen los periodistas. Unos diez estudiantes deciden ver la rueda de prensa desde su sitio, y otros prefieren seguir durmiendo.
-- Señores, por favor, traten de no agitarse mucho porque ya las defensas están bajando—grita una de las enfermeras, pero no logra calmar la euforia de los presentes.
Marcos, uno de los primeros huelguitas del estado Anzoátegui, mira al grupo apiñado alrededor de las cámaras y, de inmediato, les da la espalda.
--Que bolas—comenta con voz baja a su compañero de huelga y de estudios--. No pueden ver una cámara porque les sale energía de no sé dónde. No joda, yo no puedo ni ir pa’l baño sólo porque me caigo e’ jeta.
-- Igual yo—responde el amigo, también estudiante de la UDO-Oriente--, Pero no nos hagamos los pendejos, tú sabes porque ellos están así.
Marco se coloca el dedo en los labios ¡Shuu!, habla bajito, acuérdate que puede haber infiltrados de la Hojilla. El otro se pone la almohada en la boca, y se ríe de su picardía. Ambos agarran los vasos plásticos llenos de agua, y lo beben con desesperación.
Una señora, que se ofreció desde el segundo día de la huelga como colaboradora, pasa con una libreta por cada una de las camas. ¡Aquellos que quieran algo, avísenme para anotarlo! ¡Yo, quiero suero! ¡Yo quiero Gatorade! Se escucha como un coro de voces en la iglesia.
Alrededor de tres ruedas de prensa se hacen por día, y el mismo grupo de estudiantes, se organizan para estar en la misma posición frente a los espectadores. ¡Tú a mi derecha, el detrás de mi porque es muy alto, y tú al lado de aquel!, era la instrucción que giraba como comandante de un pelotón militar.
Los abogados de la moción, les hacen gestos de aprobación con las manos a los muchachos y saludan a los mirones. La jefa de prensa de la huelga- si, jefa de prensa- les informa a los periodistas la hora exacta en la que piensan hablar los voceros estudiantiles y los abogados.
El mismo lunes 28, en horas de la tarde
-- Chamo, que escondas ese vaso—le grita el organizador a uno de los huelguistas
-- ¿Qué te pasa, marico? No puedo tomar agua tampoco—le responde molesto y se bebe de un soplo lo que quedaba en el recipiente.
-- Agua sí, pero esa vaina que estás tomando no es agua—insistió.
-- Es suero, mariquito, y que yo sepa la idea de la huelga no es que nos muramos todos como pendejos. Ya el agua me da náuseas. ¡Guacala!
La huelga trascurre en una tensa calma. Una ambulancia se lleva a Marcos, que tiene la glicemia baja y principio de asma. Vomita dos veces, y acepta ser trasladado al Urológico de San Román. De 6 a 7 de la noche, se llevan a dos estudiantes más, y una mujer va con ellos. Ella llegó pesando 52 kilos, y ya está en 47. ¡No puede seguir aquí!, dice la enfermera.
A las doce de la madrugada ya no hay medios, ni periodistas. Sólo quedan los estudiantes, unos cuentos vecinos, y las madres de los muchachos.
Con la oscuridad de la noche, todo parece olvidarse, incluso, la propia huelga. Los organizadores se despiden y van a sus casas, pero antes, se acercan a los ayunados y les dan instrucciones. Unos asienten con la cabeza y otros manifiestan su desacuerdo.
Ya a las 2 am, sólo quedan las madres más preocupadas, compartiendo las colchonetas con sus hijos. Desde una equina, un estudiante se levanta y se va al stand de donativos. 5 minutos después regresa, y se cubre todo el cuerpo con una sábana.
Si alguien se para desde lejos, a una cuadra, verá varios torsos cubiertos con sábanas, moviendo las manos debajo de ellas, muy cerca de la cara. Formas graciosas, muy similares a los juegos de niños cuando se esconden debajo de sus camas para hacer travesuras o jugar a los fantasmas.
Un nuevo día, ya en la mañana
-- Es hora, ya quiero sacar a mi hijo de aquí—dice una madre a otra—El se niega a comer, dice que su compromiso es más grande que el hambre, pero me da rabia que sean pocos los comprometidos—murmura.
-- Al mío lo saco hoy, no me interesa lo que digan estos abogados ni el tal Julio. No voy a dejar que se muera mi muchacho.
Con ayuda de su hermano, Iván, estudiante de Bolívar, se levanta y sale de la zona huelguista. Pasa por el baño sólo para huelguistas y, al salir, se detiene frente al grupo de sus compañeros.
-- Debemos terminar esto, muchachos —dice Rebe a sus congéneres—Continuar sería un suicidio a nuestra idea inicial.
-- Estamos contigo; además, ya esto parece un concierto, sólo falta que Yordano venga a cantarnos una canción en dueto con Soledad Bravo—responde un moreno alto que ha perdido 5 kilos durante la huelga.
Al frente, Luis Chataing y El Guille saludan y dan besos, mientras algunos estudiantes hacen poses para salir bien en las fotos y montarlas en el Facebook.
-- ¿Ves lo que digo? Ya esta vaina se volvió un circo.
Al frente de las cámaras, dos jóvenes muestran sus labios parcialmente cosidos, y los abogados los vigilan dándoles la venia.
-- Si seguimos así, no dudo que nos convirtamos en la segunda plaza Altamira. Los actores animando la vaina; Servando y Florentino diciendo “Dejen de cantar las canciones de mi papá”; y la gente de RCTV llorando por sus equipos.
Las risas rompen las caras largas y palidecidas. Unas cuantas horas después, los tuiteros comentan sus opiniones a favor o en contra de la culminación. Desde VTV, Silva, muestra las fotos de huelguistas comiendo arepas y hamburguesas.
Los restaurantes de la cuidad capitalina, en especial sus dueños, celebran que la huelga terminó.
Las dueñas de las tiendas de ropa que quedaban escondidas tras las tienda de campaña “Ayunera”, arreglan los maniquíes y colocan 50% de descuento en toda la mercancía.
Muchos de los estudiantes, unos 30, quizás menos, deciden volver a sus estados y borran los contactos telefónicos de los voceros estudiantiles y de los abogados.
La calle Orinoco de las Mercedes, vuelve a su eterna rutina y la lucha estudiantil queda solapada bajo la historia de unos pocos.
3 comentarios:
Excelente... bonitas imágenes, y no me refiero a las fotos.
Fui un día medio de incógnito a Las Mercedes. Los comentarios de la gente me daban tristeza ¡Que habladores de paja somos los venezolanos!
Me fui de allí directo al Tolón. Me compré el CD de Los Amigos Invisibles y viendo a la gente comprando, comiendo, comprando entradas al cine, pensé ¡Vaya contraste!
Jugué maquinitas en Cinex y me fui a casa en Taxi. En el camino volví a pensar "Ojalá levanten esa huelga, que feo que le gente vaya de curiosa como si fueses un fenómeno de circo"... diez minutos después, levantaron la huelga.
Tenía en mis pendientes escribir sobre aquello, pero, en vista de que no puedo escribirlo mejor que tú, me dedicaré a propagar tu crónica.
Saludos!
Yimmi, estoy seguro que desde tu punto de vista la crónica quedaría muy buena; además, todo lo que se pueda decir de la huelga distinto a lo que salió por Globo o VTV, bien vale la pena.
Un beso y gracias.
Es así. Lamentablemente, es así. El espíritu circense le roba toda la seriedad a cualquier iniciativa acá en Venezuela.
Excelente crónica, Will. Le llegué por el post de Yimmi.
Publicar un comentario