lunes, 26 de octubre de 2009

Con la brújula de Jack Sparrow


En 1998* los partidos políticos entraron en coma. El discurso renovado de Chávez, más el desgaste político que venían experimentando, prendieron el bombillo rojo en la sala de cuidados intensivos. Nada podía salvarlos. Como un adicto que se niega a aceptar su enfermedad, los partidos tradicionales no reconocieron su delicado estado de salud. Decidieron emprender una lucha con sello de derrota y se fueron convirtiendo en el enfermo que nadie quiere: llenos de escaras y renuentes a que le echasen un baño refrescante.


Desde esa fecha, los avances han sido pocos. El enfermo se niega a mejorar.
En ese devenir, los partidos políticos se han desgastado en la mente y en las aspiraciones de muchos venezolanos. Y en ese mismo desgaste, se ha tergiversado la importancia que implica para las democracias contar con partidos sólidos, organizados y eficaces.
De 10 personas que responden la encuesta sobre sus inclinaciones políticas, la mitad no simpatiza con ningún partido. Probablemente, más de la mitad no creen en ningún dirigente político.
Lamentablemente, el ser humano tiende a creer que el momento que se está viviendo es el más importante, acontecido, difícil y trágico. Tienden a pensar que los partidos que tienen son los peores de la historia, y la situación política actual es la más apremiante, sin recordar que antes de su nacimiento pasaron varios siglos y varios hechos, posiblemente más trascendentales y terribles.

Los partidos políticos llevan años forjando su derrota, desde el mismo momento que se convirtieron en reptiles ambiciosos capaces de devorar a quien obstaculice su camino. A lo mejor siempre fueron así y lo que realmente sucedió es que nos dimos cuenta tiempo después. Prefiero pensar que la politiquería se los tragó, y esos espíritus nobles yacen en la barriga del dragón y luchando por salir.
Los dirigentes se hicieron de la brújula de Jack Sparrow, y andan perdidos en alta mar buscando el codiciado tesoro.

“En Venezuela está ocurriendo algo de eso, los partidos lucen agotados en lo ideológico y políticamente se hallan reducidos a simples maquinarias electorales” (Lombardi, 1984).

25 años después, y la versión sigue entonando la misma estrofa. Nada cambia, todo sigue estático y el pueblo esperando un superman que los rescate. Muchas de las cosas que nos agobian actualmente, están estrechamente ligadas a las actuaciones incorrectas por parte de los sesudos políticos de este país.
Como ya he escuchado varias veces, “Cada país tiene el Gobierno que merece, y Venezuela tiene la oposición que se merece, lamentablemente”.
Mirando un poco más allá del desprecio bien ganado que algunos sentimos hacia los partidos, ¿estamos realmente claros los venezolanos del verdadero valor que encierra la existencia y permanencia de un partido, independientemente de su inclinación o filosofía?

Los partidos cumplen la función de representar una corriente política determinada, organizar a las comunidades hacia la toma de decisiones en pro de sus necesidades y las del colectivo. Los partidos despiertan al pueblo de su abulia, para que salgan a reclamar lo que por derecho les corresponde. Los partidos facilitan la concreción de ópticas contrarias para que trabajen unidos por un mismo fin. Para irnos a lo meramente capitalista, los partidos financian las movilizaciones políticas para que su campo de acción se extienda y los resultados sean de mayor impacto.
Ese es el deber ser, lo teórico, que siempre luce bonito cuando la caligrafía Palmer lo desarrolla en un papel. Que en Venezuela no se den palmariamente estos aspectos, no quiere decir que los partidos (como esencia) no funcionen.

Revisemos la historia reciente, cuando el presidente de Brasil, Lula da Silva, logró cambios notables a través de su partido político PT – que comenzó como un movimiento sindical obrero y luego se transformó en un asunto político. Veamos, también, el lado antagónico como Cuba, en donde la carencia de partidos políticos ha sedimentado los 40 años de una férrea dictadura, eufemísticamente denominada Socialista.

El compromiso está en el aire, ululando. La democracia subsiste y se aferra a cualquier expresión de libertad y ejercicio ciudadano. El pueblo debe activarse, levantarse. El momento nos reclama, a todos, no unos y otros, a todos, desde sus trincheras, desde sus pequeños espacios de lucha, desde sus creencias políticos, pero luchando con críticas, con ideas; desde el Twitter, desde tu blog.
Tenemos chance, la política puede redimensionarse hacia objetivos comunes, sólo es necesario el compromiso y las ganas de hacerlos.

Por mi parte, seguiré siendo el ojo acusador, quisquilloso y despiadado, porque ese fue el espacio que me tocó (o escogí, da igual). Seguiré anotando lo que hacen mal, y festejando con modestia sus logros. Seguiré usando mi dedo índice para expresarme frente a la máquina de votación. Seguiré llamando a la participación, y espantando los fantasmas de fraude y trampa electrónica. Seguiré desde este lado de la acera.




*Estaban en coma desde mucho antes, pero traté de ser optimista.

viernes, 16 de octubre de 2009

Ojos azules de Arturo Pérez- Reverte








La masacre de Latinoamérica

Llegaron perdidos, y ansiosos. Jamás habían visto un paraje tan espectacular y creyeron ser sus dueños. De hecho, por sus cabezas pasó la idea de que el haber llegado allí los convertía en sus descubridores y la historia- triste designio- los sepultaría con esa insignia. Hasta hace poco, en las clases de historia, los educadores vanagloriaban la hazaña heroica de Colón y demás acompañantes. Para variar, los anales siempre solapan una versión destinada al destierro y luego al olvido.
Como manifiesta Mario Vargas Llosa en un prologo de su autoria dedicado a la obra de Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas: "Si hay una barbarie explícita, cínica, la encarna la Compañía, cuya única razón de ser en las selvas y ríos donde se ha instalado a saquearlo, explotando para ello con ilimitada crueldad a esos caníbales a los que esclaviza, reprime o mata sin el menos escrúpulo".
Así se dieron las cosas, bajo este perfil y con la sangre indígena mezclándose con los meandros de los ríos.
Pero, despojándonos de sentimentalismos ancestrales y resentimientos obsoletos, en nuestro continente no habitaban seres despojados de toda maldad y amparados bajo la santidad de un ángel. En nuestro continente había indígenas, acostumbrados a matar, a realizar sacrificios religiosos, a extirparle el corazón a quien se atraviese a deshonrar la dinastía o el honor. El pensar que nuestros indígenas fueron mansos corderos, que aceptaron con beneplácito los abusos y desmadres de los españoles es tan risible como creer que un borracho, malandrín de quinta llamado Cristóbal Colón es el padre de un continente, que tras años de esfuerzo y sacrificios, logró descubrirlo. Por Dios, señor, ya nosotros existíamos, incluso mucha antes que usted pensara nacer- podría decirle si existiese la oportunidad-.
Es precisamente esta parte de la historia la que se encuentra reflejada en el cuento Ojos azules, de Arturo Pérez-Reverte.

El eterno amante de las batallas


Como reportero de prensa y televisión le tocó cubrir los conflictos internacionales, y tras su paso por eso derroteros, fue testigo de múltiples estallidos bélicos como la guerra de Chipre, diversas fases de la guerra del Líbano, la guerra de Eritrea, la guerra del Sahara, la de las Malvinas, la de El Salvador, la guerra de Nicaragua, del Chad, la crisis de Libia, las guerrillas del Sudán, la guerra de Mozambique, de Angola, y el golpe de estado de Túnez, entre otros. Incontables historias pugnándose un lugar de honor dentro de las extensas obras que carga acuestas el escritor español Arturo Pérez-Reverte.
Es comprensible que después de estar en tantos campos armados, la mayoría de sus libros tengan como leitmotiv las batallas, las armas, los capitanes, ejércitos, sangre y muertos. La colección Las aventuras del capitán Alatriste, lo confirman.
Con un puesto dentro de Real Academia Española, desde el 12 de junio de 2003, Pérez-Reverte ha tenido sus glorias. El Maestro de esgrima logró atraparme desde el primer momento, además de parecerme un esfuerzo significativo el trabajo de investigación sobre aspectos de la esgrima que estaban soterrados en el relato. A ratos, parecía más una clase de esgrima que una historia de amor y muerte.
El club Dumas, no necesita presentación, pues hasta goza de una película protagonizada por Jhonny Deep y dirigida, nada más y nada menos, por Román Polanski (La novena puerta, 1999).

Pero esta novela, que luce más como cuento por lo corto del relato – tan sólo tiene 36 páginas- parece haber nacido como estrategia de la editorial y no como un aporte literario del escritor español. De hecho, en pocas biografías sobre Pérez-Reverte sobre sale, o se menciona, la existencia de Ojos azules.

Los ojos azules de un español

El libro lo compré el mismo día que se celebraba el otrora Día de la raza, y lo tomé sin ningún fin histórico o para reivindicar mi pasado indígena y negro. A decir verdad, me gustó su bien lograda ilustración y la solapa de lujo que lo envolvía. Además, el precio era absurdo (23 Bs.), tomando en cuenta que cualquier libro no baja de los 100 bolívares fortísimos.
No es un joya literaria, ni creo que ese haya sido el objetivo del autor, mantiene el lenguaje elaborado y enrevesado, que te transportan a los remotos años de 1520, año según la cual los aztecas dieron fin al dominio de los conquistadores en las tierras mejicanas de Tenochtitlán. La venganza más absoluta, buscaba limpiar la sangre nativa a punta de dagas, carnes desgarradas y corazones ofrecidos a los dioses.
Esa noche, mejor conocida como La noche triste cuenta la historia, según Pérez-Reverte- de cuando los aztecas juraron venganza y decidieron acabar con la vida de aquellos impíos españoles que violaron a sus mujeres, mataron a sus hombres, y saquearon sus riquezas por la vía de la crueldad más absoluta.
Cargados de todo el oro que les cabía en los jubones y bolsillos, los conquistadores emprendieron la huida hacia tierras españoles. Ojos azules, el protagonista de la historia y uno de los españoles sanguinarios, decidió no dar marcha atrás hasta llevarse todo las riquezas que había recaudado en sus años de abusos, robos y violaciones.
"El peso del oro lo reconfortaba. Había venido muy lejos a buscarlo, había peleado y sufrido y visto morir a muchos camaradas por ese oro. Él tenía la certeza de que iba a salir con bien de aquella; y a su regreso ya no tendría que arar la tierra ingrata en la que había nacido, seca y maldita de Dios, tierra de caínes esquilmada por reyes, curas, señores, funcionarios, recaudadores de impuestos y alguaciles. Con aquel oro tendría para vivir bien y hacer una buena boda, para poseer su propia tierra y su propia casa. Para envejecer tranquilo, como un hidalgo, contándole a sus nietos cómo conquistó Tenochtitlán".
Como narrador omnisciente, el autor no solo hace una radiografía de aquellos acontecimientos olvidados que marcaron la historia de los hispanos parlantes, sino que, en paralelo, humaniza a quienes por intereses varios destrozaron un continente.
Viola a una de las aztecas, ésta se enamora del español y comienzan un fogoso romance. Ella sale embarazada y él decide abandonarla a su suerte y emprende el difícil retorno a su tierra. Aunque le da ese toque dulzón y cursi propio de las novelas mexicanas, la nostalgia que sentía ese español por los suaves dulces y caricias que le propinaba la muchacha pelinegra, sirve para suavizar los extensos párrafos descriptivos y onomatopéyicos que destacan a lo largo del texto.
Al final, y muy predeciblemente, el español es capturado por las eternas victimas, y con una daga le arrancan el corazón, justo después de haber deseado que el hijo que llevaba la azteca en su vientre, siquiera, tuviese los ojos azules.
Un socarrón final para un libro que no te atrapa desde la primera línea.






martes, 6 de octubre de 2009

Es una huelga, no un circo







Lunes, 28 de septiembre en la mañana

-- Chamo, yo creo que hasta hoy aguanto—dijo Marco desde su colchoneta, mientras aprieta la almohada contra su barriga.

El chico de al lado lo mira de soslayo, y vuelva a concentrarse en el juego Venezuela & Taití. Afuera, en la calle, la gente se detiene a ver el juego desde una pantalla plana. Los periodistas cuelgan los micrófonos y grabadoras; ni la presencia del Alcalde Mayor los saca de su letargo. Goooollll, grita un técnico y la extinta CNB (que se encontraba transmitiendo por Internet desde el lugar) los acompaña eufóricos. ¡Eso es Venezuela, tú puedes!

-- Mi vida, no llores, tú sabías que esto no iba a ser fácil – le dice Sebas a Irene, agarrándole un brazo y llevándola hasta la colchoneta --. Si te sientes tan mal puedes darte de baja hoy, nosotros entendemos.

Del otro lado de la carpa, un grupo de muchachos del movimiento 100% tratan de ver la pantalla, pero el bululú se los impide. La única mujer del grupo señala con el dedo índice de la mano izquierda, y con el codo derecho tropieza al otro, indicando a la dirección que debe mirar.

-- Ves, llegó Leopoldo. Estos son el tipo de vainas que me impiden sumarme a la huelga—dice ella visiblemente disgustada--. Dejan que se metan los políticos y se adueñan de todo.

-- De pana—responde el más alto y se acomoda los lentes para ver mejor--. Y Leopoldo, que más devaluado no puede estar. Que cagada. Si dejamos que se metan los políticos, nos jodimos.

Al frente de la huelga de hambre, como parte de las ironías del destino, se encuentran dos panaderías, repletas por los fisgones, vecinos y familiares de los estudiantes.

-- Vente, chamo. Tengo full hambre y me da paja con los carajos comer allá. Vamos a quedarnos aquí—dice el técnico de Globovisión--. ¿Será que les llevamos unos pastelitos?—sonríe con burla desde el mostrador.

Una señora, vecina del sector, pide una bomba con bastante crema. Parece no darse cuenta de los estudiantes, posiblemente es una mujer despistada, y pasa frente a los huelguistas saboreando el postre rebozado. Por el borde de los labios corre la crema chantillí, y como si fuese una niña con un helado, se chorrea todas las manos. Se lame los dedos y cierra los ojos. ¡Señora, por dios… podría darse la espalda, no se da cuenta de que los muchachos están pasando hambre!

-- Coño, verdad. Disculpen muchachos, no me di cuenta—dice apenada y se devuelve a la panadería. Regresa con una bolsa repleta de pastelitos y por la entrada derecha a la OEA, se los entrega al stand de donativos.

De nuevo en la carpa, esta vez Ricardo, se queda embobado viendo la panadería. Trata de apoyarse de los codos en la cama, pero la debilidad por las horas sin comer, le da un empujón y cae de nuevo sobre su espalda.

-- Marico, el olor a pan me tiene mal. Debimos hacer esta huelga en otro sitio, uno que no tuviese dos panaderías al frente. Esto es una tortura.

El otro huelguista le da la razón y se levanta de la cama como si tuviese resortes en los zapatos. ¡Muchachos, allá vienen las autoridades del la UDO Oriente! ¡Llegó la hora de declarar!
Los muchachos, que minutos antes dormitaban en sus camillas, hacen fila india hasta la esquina en donde permanecen los periodistas. Unos diez estudiantes deciden ver la rueda de prensa desde su sitio, y otros prefieren seguir durmiendo.

-- Señores, por favor, traten de no agitarse mucho porque ya las defensas están bajando—grita una de las enfermeras, pero no logra calmar la euforia de los presentes.

Marcos, uno de los primeros huelguitas del estado Anzoátegui, mira al grupo apiñado alrededor de las cámaras y, de inmediato, les da la espalda.

--Que bolas—comenta con voz baja a su compañero de huelga y de estudios--. No pueden ver una cámara porque les sale energía de no sé dónde. No joda, yo no puedo ni ir pa’l baño sólo porque me caigo e’ jeta.

-- Igual yo—responde el amigo, también estudiante de la UDO-Oriente--, Pero no nos hagamos los pendejos, tú sabes porque ellos están así.

Marco se coloca el dedo en los labios ¡Shuu!, habla bajito, acuérdate que puede haber infiltrados de la Hojilla. El otro se pone la almohada en la boca, y se ríe de su picardía. Ambos agarran los vasos plásticos llenos de agua, y lo beben con desesperación.

Una señora, que se ofreció desde el segundo día de la huelga como colaboradora, pasa con una libreta por cada una de las camas. ¡Aquellos que quieran algo, avísenme para anotarlo! ¡Yo, quiero suero! ¡Yo quiero Gatorade! Se escucha como un coro de voces en la iglesia.

Alrededor de tres ruedas de prensa se hacen por día, y el mismo grupo de estudiantes, se organizan para estar en la misma posición frente a los espectadores. ¡Tú a mi derecha, el detrás de mi porque es muy alto, y tú al lado de aquel!, era la instrucción que giraba como comandante de un pelotón militar.
Los abogados de la moción, les hacen gestos de aprobación con las manos a los muchachos y saludan a los mirones. La jefa de prensa de la huelga- si, jefa de prensa- les informa a los periodistas la hora exacta en la que piensan hablar los voceros estudiantiles y los abogados.



El mismo lunes 28, en horas de la tarde

-- Chamo, que escondas ese vaso—le grita el organizador a uno de los huelguistas

-- ¿Qué te pasa, marico? No puedo tomar agua tampoco—le responde molesto y se bebe de un soplo lo que quedaba en el recipiente.

-- Agua sí, pero esa vaina que estás tomando no es agua—insistió.

-- Es suero, mariquito, y que yo sepa la idea de la huelga no es que nos muramos todos como pendejos. Ya el agua me da náuseas. ¡Guacala!

La huelga trascurre en una tensa calma. Una ambulancia se lleva a Marcos, que tiene la glicemia baja y principio de asma. Vomita dos veces, y acepta ser trasladado al Urológico de San Román. De 6 a 7 de la noche, se llevan a dos estudiantes más, y una mujer va con ellos. Ella llegó pesando 52 kilos, y ya está en 47. ¡No puede seguir aquí!, dice la enfermera.

A las doce de la madrugada ya no hay medios, ni periodistas. Sólo quedan los estudiantes, unos cuentos vecinos, y las madres de los muchachos.
Con la oscuridad de la noche, todo parece olvidarse, incluso, la propia huelga. Los organizadores se despiden y van a sus casas, pero antes, se acercan a los ayunados y les dan instrucciones. Unos asienten con la cabeza y otros manifiestan su desacuerdo.

Ya a las 2 am, sólo quedan las madres más preocupadas, compartiendo las colchonetas con sus hijos. Desde una equina, un estudiante se levanta y se va al stand de donativos. 5 minutos después regresa, y se cubre todo el cuerpo con una sábana.
Si alguien se para desde lejos, a una cuadra, verá varios torsos cubiertos con sábanas, moviendo las manos debajo de ellas, muy cerca de la cara. Formas graciosas, muy similares a los juegos de niños cuando se esconden debajo de sus camas para hacer travesuras o jugar a los fantasmas.

Un nuevo día, ya en la mañana

-- Es hora, ya quiero sacar a mi hijo de aquí—dice una madre a otra—El se niega a comer, dice que su compromiso es más grande que el hambre, pero me da rabia que sean pocos los comprometidos—murmura.

-- Al mío lo saco hoy, no me interesa lo que digan estos abogados ni el tal Julio. No voy a dejar que se muera mi muchacho.

Con ayuda de su hermano, Iván, estudiante de Bolívar, se levanta y sale de la zona huelguista. Pasa por el baño sólo para huelguistas y, al salir, se detiene frente al grupo de sus compañeros.

-- Debemos terminar esto, muchachos —dice Rebe a sus congéneres—Continuar sería un suicidio a nuestra idea inicial.
-- Estamos contigo; además, ya esto parece un concierto, sólo falta que Yordano venga a cantarnos una canción en dueto con Soledad Bravo—responde un moreno alto que ha perdido 5 kilos durante la huelga.

Al frente, Luis Chataing y El Guille saludan y dan besos, mientras algunos estudiantes hacen poses para salir bien en las fotos y montarlas en el Facebook.

-- ¿Ves lo que digo? Ya esta vaina se volvió un circo.

Al frente de las cámaras, dos jóvenes muestran sus labios parcialmente cosidos, y los abogados los vigilan dándoles la venia.

-- Si seguimos así, no dudo que nos convirtamos en la segunda plaza Altamira. Los actores animando la vaina; Servando y Florentino diciendo “Dejen de cantar las canciones de mi papá”; y la gente de RCTV llorando por sus equipos.

Las risas rompen las caras largas y palidecidas. Unas cuantas horas después, los tuiteros comentan sus opiniones a favor o en contra de la culminación. Desde VTV, Silva, muestra las fotos de huelguistas comiendo arepas y hamburguesas.
Los restaurantes de la cuidad capitalina, en especial sus dueños, celebran que la huelga terminó.
Las dueñas de las tiendas de ropa que quedaban escondidas tras las tienda de campaña “Ayunera”, arreglan los maniquíes y colocan 50% de descuento en toda la mercancía.
Muchos de los estudiantes, unos 30, quizás menos, deciden volver a sus estados y borran los contactos telefónicos de los voceros estudiantiles y de los abogados.

La calle Orinoco de las Mercedes, vuelve a su eterna rutina y la lucha estudiantil queda solapada bajo la historia de unos pocos.

jueves, 1 de octubre de 2009

Introito de una huelga

Si un extranjero pasaba por ahí, como parte del recorrido obligado de cualquier turista, fácilmente podía aludir lo que veía a un refugio para los heridos que dejan los conflictos bélicos. Muy probablemente, echaría un vistazo y confirmaría su hipótesis al ver a un grupo de personas apiñadas en camas y colchonetas, refugiados bajo una cubierta de tela que los protegía del sol.

Posiblemente, el extranjero trataría de acercarse más, a fin de poder describir lo que realmente pasaba. También es seguro que al ver los médicos y enfermeras midiendo la tensión de los caídos, tendría una buena historia que contar a sus coterráneos cuando llegase a su país.

--Guauu, en Venezuela vi un refugio de guerra en plena avenida, frente a tiendas de ropa-- diría el pobre ingenuo, quizás en papiamento.

Lamentablemente, la situación era tan extraña y agobiante que nadie se atrevería a sacar del error al visitante. "Afortunadamente" para los residentes este país, Venezuela, aquellas personas acostadas en la calle, no eran heridos de reyerta alguna, ni tampoco refugiados de un desastre natural: Eran estudiantes que, silenciosamente y bajo una huelga de hambre, buscaban un objetivo.

Comenzaron desde el Oriente del país, específicamente en Anzoátegui, y al primer día de comenzada, se dieron cuenta que no estaban dentro de la agenda de los medios, es decir, las cámaras no hicieron cobertura del ayuno. Sólo fue el reportero del Sol de Maturín, pero ¡Bah, quién lee la prensa!

De allí, lo sesudos abogados Tamara Sujú, Alfredo Romero y Gonzalo Himiob decidieron apoyarla la moción y trasladarla a Caracas, pues desde la OEA y en cama, sería más fácil que los medios de comunicación- nacional e internacional- le dieran la verdadera importancia.

En menos de un día ya estaban apostados (acostados) dando declaraciones, y para el segundo aquello tenía otro color; el perímetro estaba cercado con cintas amarillas, los policías de de Baruta trancaron la calle Orinoco de las Mercedes, y los periodistas hacían gala de su mejores dotes, saltaban bardas, evadían las prohibiciones y preguntaban hasta recibir lo que necesitaban.

Tenían todo un aparataje técnico: cornetas amplificadas, un televisor para entretener a los chicos, recipiente para recaudar las donaciones, un stand para dar información acerca de los insumos que necesitaban los manifestantes y un equipo médico dispuesto las 24 horas del día para monitorear, cada 15 minutos, la salud de cada estudiante.

Pero, detrás de eso, había algo más. Había una propuesta, una buena idea, la chispa de originalidad que muchos estaban pidiendo, una actividad distinta a la maltrecha Mega marcha.
Esa, la escondida y la olvidada, es la que pretendo contar en este portal.