martes, 14 de abril de 2009

¿Y ahora tengo que defenderlo a él también?

Y yo me pregunto: ¿Por qué me obligan a tomar posición frente a este tema, ahora cuando menos quiero verme tragada por una bestia de tres cabezas llamada política? Me gusta mantener en el medio, en el mero centro, porque me permite criticar todo y a todos los que me dan motivo para hacerlo. Pero, me obligan, me arrojan deliberadamente a una esquina, me amarran el cuello con la soga de la parcialidad y me sacan de mi eje neutral. Lo lamento, pero todo esto es culpa suya Presi. Yo me he ganado las criticas constante de mi madre- quien asegura que soy chavista- y unas cuantas peleas sarcásticas con mi novio (creo que el también está de acuerdo con mi mamá) cuando el paroxismo invade la percepción y te deja imposibilitado para tener un planteamiento coherente. Me ufano con orgullo al decir: “Soy periodista, no política”, y bajo estos preceptos trato de llevar las riendas de mis opiniones. Pero, insisto, ante esta decisión arbitraria pierdo los estribos y marco una postura firme.

Primero, tengo que mencionar este punto clave para mi argumentación: con una tesis de grado dispuesta en mi biblioteca, enfocada en el sistema automatizado de votación y que, sobre todo, exhortaba a los perdedores a reconocer su derrota, no puedo menos que criticar esta designación a dedo de una figura situada por encima de un mandatario legalmente constituido. Recuerdo de mi tesis, que una de las principales responsables en la estigmatización de las máquinas Smarmatic era el desconocimiento del perdedor frente a su derrota y el posterior grito de fraude que se expandía como una pandemia sobre el país. Con esto de la mano, no puedo simplemente hacerme la vista gorda y no reprochar una medida meramente política orquestada desde las faldas del perdedor. Y es perdedor, porque aquel domingo 23, hubo tanto vencedores como perdedores, y así se debe aceptar. Las cosas por su nombre amigo: ¿Acaso si el vencedor hubiese sido el portador de la chaqueta roja, estarían aplicando tan expeditamente esta Ley de distrito capital, tal y como lo están haciendo en este momento? Pues, quitándonos las caretas, creo que no.

Segundo, esa ley tiene 8 años de morosidad, 8 años archivadas en los armatostes de la Asamblea Nacional, pues no era considerada imperantes para su discusión y posterior aplicación. 8 años en los que a nadie le importó como sería la distribución de los recursos entre los distintos municipios y parroquias que forman la región capital; o si era necesaria otra figura que tutelara los entes de la administración descentralizada del Distrito Federal. No era de importancia pública, pues. Pero, una vez que la presidenta del CNE emitiera el primer boletín y diera como vencedor al calvito de la camisa auriblanca, el fulano armatoste comenzó a agitarse dramáticamente, y las manos ágiles de los diputados la desempolvaron para darle un halo indemne y de necesaria aplicación. ¿Una casualidad? ¿Ahora si es imperante? Honestamente, no creo.

Tercero, los diputados han esgrimido por años el slogan: “Ahora el pueblo si manda”, es decir, que el pueblo tiene la potestad de escoger a los representantes gubernamentales encargados de darle respuestas a sus principales problemas; tienen la potestad de sacar, a través del voto, a quienes no se desempeñen correctamente en sus cargos; y tienen el poder de constituir consejos comunales capaces de responder a las exigencias de su propia comunidad. Bajo esta premisa, con la cual estoy de acuerdo absolutamente, planteo otra pregunta: ¿El pueblo ya no escogió a sus mandatarios regionales el 23N? ¿Ya el pueblo no le dio el respectivo castigo, a través del voto por supuesto, a los que no supieron hacerlo bien? ¿No se trata de esto la consigna presidencial que nos han machacado durante 10 años? Entonces. ¿Por qué no se respeta la decisión soberana de quienes ese domingo 23 salieron a expresar su voluntad frente a la maquina de votación? ¿Acaso esas setecientas veintidós mil ochocientas veintidós (722.822)* personas que votaron por A.L no merecen llamarse pueblo y ser respetados por aquellos que colindan con las ideas revolucionarios? ¿Sólo es pueblo aquel que vota por Chávez? Es decir, ¿Qué si yo en algún momento voté en contra del presidente, o en contra de quienes lo acompañan, ya no soy ni venezolana ni izquierdista ni bolivariana ni pueblo? De nuevo, no estoy de acuerdo. Simplemente no se puede usar al pueblo a la conveniencia del momento y del discurso político. Pueblo somos todos y eso debe respetarse.
Reconozco que tengo posturas bastantes radicales, algunas hasta me han colocado del lado izquierdo del camino, y eso hasta cierto punto me ha gustado, pero ante la injusticia siempre me he mostrado tajante, y esta vez tengo que defenderlo aunque el personaje en cuestión no sea de mi agrado.

1 comentario:

Willmaly Navarro Torres dijo...

La más bonita y la mejor argumentada amiguita, Por cierto, tenemos que poner manos a la obra para bautizar, como Dios manda, al niño...