Cosas que me gustan de esta ciudad.
Si, es verdad, esta ciudad es un desastre. Es un desastre y ningún caraqueño, que se precie de serlo, puede decir lo contrario. Pero, todo aquel caraqueño debe reconocer que, insólito por demás, esta ciudad es adictiva. Es un vicio que te va consumiendo, pero eres incapaz de abandonarlo; te arrastra y te lleva a una especie de simbiosis malsana. Es tal la fiebre por esta ciudad, al menos a mí me pasa, que cuando salgo de ella regreso rauda y veloz, como si me hiciera falta el ruido, la contaminación, el caos, etc, etc,etc…Si bien es cierto que me quejo cada segundo por lo caótica locura de ésta urbe, me enloquece sus noches de desenfreno rodeados de alcohol y buena vibra; los fines de semana de excesos y diversión que me ofrece sus centros nocturnos bañados de novedad neoyorkina y sabor latino. También, tengo la costumbre de comparar cada ciudad que visito con la cosmopolita y cambiante capital de Venezuela y me doy el tupé de repetir con total desparpajo: “Caracas es Caracas, y lo demás es monte y culebra”. ¿Quién no ha repetido esta expresión cuando está en algún lugar parecido a Altagracia de Orituco? Es eso, el ritmo acelerado y convulso en la que nos movemos los habitantes caraqueños, nos ha convertido irremediablemente, o por lo menos a mí, repito, en unos masoquistas sin remedios que gastaremos los años entre quejas y besos furtivos. Pero, ciñéndome estrictamente a lo que plantea el título de este pasquín, voy a mencionar lo que me agrada de esta ciudad:
1)Ir por la autopista Francisco Fajardo y que dar sorprendida con lo más loco que he visto: una cola de motorizados por lo congestionado del tráfico. Eso, dificulto lo pueda ver en otra ciudad, país, mundo…
2)Estar en el cine viendo una fabulosa película y que entre una mujer aturdida gritando “me quieren violar” ¡¡¡¡ Auxilio, alguien que me ayude”. Ojo, no era parte de la película, era una mujer gritando sin parar que la iban a violar. Por su puesto, se prendieron las luces y mi fantástica película se quedo a medias, pero las tardes de risa que me ha regalado esta disparatada escena, son invaluables.
3)Las tardes de teatro en el Celarg viendo una película chilena.
4)Leerme un buen libro sentada en un autobús, mientras el conductor me ameniza la tarde con música de Ricardo Arjona. Esto a lo mejor puede pasar en otra ciudad, pero con el tráfico capitalino me da tiempo de leer el libro completo.
5)Pasear por la Universidad Central y echarme cómodamente en la grama de tierra de nadie.
6)Tomarme un café con una amiga en algún lugar de Altamira, mientras me deleito con lo hermoso de esta ciudad, que se desnuda en pleno cuando logras verla más allá de la bruma que la envuelve.
viernes, 17 de octubre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario