"Penso, malhumorado, que podían ahorcarse todos ellos con sus malditas repúblicas y sus malditas monarquías, con sus patrióticas arengas y con sus estúpidas reyertas de café. Habría dado cualquier cosa por que unos y otros dejaran de amargarle la vida con tumultos, disputas y sobresaltos cuyos motivos le importaban un bledo. A lo único que aspiraba era a que le dejasen vivir en paz. En lo que al maestro de esgrima se refería, podían irse todos al diablo".
Arturo Pérez-Reverte. "El maestro de esgrima"
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