miércoles, 25 de junio de 2008

Hoy es uno de esos días en los que te levantas triste sin una explicación aparente. Triste, porque así te parece, porque está lloviendo y la lluvia te deprime, triste porque estás en tus días, porque viste a un niño pidiendo comida, porque alguien te miró extraño, o Dios sabe por qué más. Con una licenciatura que camina a paso de vencedores, un futuro, aparentemente, lleno de triunfos y una rutina de vida medianamente divertida, me siento triste. No busco explicar, no me interesa, solo estoy triste. ¿Eso me pasará solo a mí?

jueves, 12 de junio de 2008

Querido Dios, no pretendo darte más preocupaciones de las que tienes, esa no es mi intención, pero me encantaría pedirte solo una cosa : Por fa, cuando tengas un tiempito en tu apretada agenda, permite que mi amado presi- tan bello él- pueda conseguir verdaderos asesores que le digan cuando está metiendo la patita. Es que a mi me da mucha rabia que a mi presi lo tengan mal informado, porque estoy seguriiisiiima - y pongo mi cabeza bajo la cuchilla- que el no sabe nada sobre ese festival de Hommer que desfilan en los estacionamientos de los ministerios. Es que no, no lo sabe. Me lo tienen encerrado en un cuarto oscuro, desprovisto de televisión y sin manera de enterarse de las cosas que pasan aquí. Además, y eso si lo puedo apostar, que ni comida le deben dar. Pobrecito mi presi, ya lo tienen medio loquito. Por fa Dios, ayúdame porque ya no aguanto el sufrimiento de ver a mi querido y amado presi sufriendo tanto oprobio.

miércoles, 11 de junio de 2008


A veces te puedes sorprender de lo entupido que podemos llegar a ser los seres humanos sin darnos cuenta. Ayer experimenté una de las situaciones mas absurdas que se pueda alguna vez imaginar. La sala de conciertos de la Biblioteca Central; los cien años del nacimiento de Salvador Allende y toda la comitiva Chilena residenciada en Venezuela. Todo el protocolo normal que se establece en estos eventos diplomáticos entre países. El sentimiento pro allendista ocupaba las paredes elegantes de la sala. Entre estudiantes y académicos se daba inicio a una jornada que aspiraba conmemorar el nacimiento de este legendario personaje latinoamericano. Todo era propicio- y en medio de mi emoción y euforia característica- esperaba el introito de tan merecido reconocimiento. Pero, algo estaba mal, se sentía la tensión borboteando por entre los rincones; las ojeadas insidiosas de los asistentes hacia el lado derecho del recinto; la mirada perdida del rector París, mientras su cuerpo derretido ocupaba ampliamente su silla presidencial. De inmediato pensé que era normal ese clima álgido que-al parecer-solo yo sentía y que estaba haciendo estremecer mi cuerpo y mi mente. Traté de calmarme, aludiendo mi nerviosismo a la capacidad innata de elucubrar cualquier cosa en cuestiones de segundos. Ojala hubiese sido solo mi imaginación. Las voces estentóreas de los estudiantes comenzaron a pasar por encima de aquel elegante locutor que intentaba hacer las veces de Gilberto Correa. Los gritos de París- flamante rector del la UCV- retumbaban en los tímpanos de los asistentes que se negaban a dejar de abuchear y gritar: “Fuera la oligarquía de la Universidad”, mientras acompañaban la estrofa con: “Paris se quema, se quema parís”. Muté abruptamente: del miedo a la rabia, de la rabia a la pena, y de la pena a la abulia. Era un simple soliloquio. Todos gritaban, matando por segunda vez al hombre socialista de Valparaíso.

martes, 10 de junio de 2008

Carcaos


Con imagen apocalíptica, sacada de una película de Spielberg, se abre ante los ojos adustos de los caraqueños, una ciudad que parece haber sido devorada por el impío devenir de los carros: el tráfico. Nunca imaginamos, los inocentes ciudadanos, que esta ciudad llena de invaluables lugares que emulan los altos centros nocturnos internacionales, llegaría a convertirse en una famélica devastadora de nuestra salud mental. Es evidente que Caracas ha colapsado. Colapsada desde todos sus intersticios y sin la más vaga posibilidad de encontrar alguna solución. Cada esquina, cada calle, las autopistas, espacios peatonales, están ocupados haciendo las veces de estacionamiento. Los ojos refulgentes de los vehículos se mantienen zigzagueantes debatiéndose entre las estrechas avenidas que entretejen el valle capitalino. En busca de algo de paz, la única vía posible para los pobres capitalino es una destrucción masiva – puede ser por medio de una bomba o un meteorito- de por lo menos la mitad de esas mofetas que han invadido los concesionarios de todo el país. Empero, aunque mi petición goza de un verdadero sentido solidario, espero firmemente que la mirada compasiva de Dios permita que el mecanismo destructor no caiga cerca de mi hermoso carro. Amen.