jueves, 19 de febrero de 2009

Hay triunfos anónimos que suenan como derrotas


Más allá de evaluar los resultados obtenidos en el referéndum revocatorio del 15 de febrero, resulta pertinente indagar aquellos puntos que se desvían entre las disputas partidistas y la lucha de los bandos políticos. Esos puntos que muchos pretenden ignorar, pero que representan un hecho notorio y revestido de una importancia crucial para el país: el despliegue de una maquinaria electoral; los- casi- 11 millones de venezolanos que salieron a votar este domingo, día después de los enamorados, con toda la disposición de cumplir con su derecho ciudadano; los miles de testigos y miembros de mesa que acudieron a sus centros de votación sin esperar que saliera el sol bajo este inmenso cielo; los cientos de periodistas que se mantuvieron apostados en la sede del poder electoral. ¿Acaso el triunfo o la derrota de una opción es más importante que la participación e interés de millones de venezolanos? No lo creo.
Muchas han sido las lecturas hechas en este día. Muchos han sido las críticas, ciertas o no, que se han desplegado por los distintos medios de comunicación, pero la realidad es que esta decimo quinta elección, que convocó a los 16 millones de venezolanos a sus centros de votación, es una muestra más del talante democrático que posee este heroico pueblo.
Desde el rincón donde pude ver el despliegue de estos comicios, específicamente en el colegio Siete estrellas- centro de votación de la presidenta del CNE, Tibisay Lucena- fui testigo de innumerables muestras de civismo, amor a un pueblo, y estricto apego a las convicciones y fe en un proceso de votación, que si bien estuvo signado por un significativo números de irregularidades, también fue reflejo de la decisión de un pueblo. Era gratificante ver señoras de la tercera edad, en sus sillas de ruedas, ejerciendo su derecho al voto; ver como, ya a las 7 de la mañana, los miembros de mesa estaban es sus puestos cumpliendo con su deber y con las mesas formalmente constituidas.
Sin pretender defender lo indefendible y ser testigo ciego de este proceso- porque hay que aceptar el ventajismo obsceno que favoreció a una de las tendencias políticas, y de las respuestas ambiguas por parte de los rectores del Consejo Nacional Electoral ante las irregularidades-, es mi deber como ciudadana y como periodista reconocer que no sólo hubo problemas, que no sólo se cometieron dobles votaciones, y que no sólo se produjeron votos nulos, sino que los ciudadanos lograron emitir su opinión bajo un sistema 100% automatizado, que contó con más de 16 auditorías en cada una de las fases de la plataforma tecnológica, y que éstas contaron con el respaldo de los partidos políticos de ambas tendencias quienes, a pesar de tener grandes diferencias con las máximas autoridades del poder electoral, reconocieron las fortaleza y confiabilidad con la que cuenta el sistema automatizado de votación.
Sin hacerme portavoz del ente comicial, sólo deseo que las cosas empiecen a ser vistas en su justa dimensión, que las pasiones políticas no empañen una de las demostraciones más notables del civismo ciudadano: el acto de votación.
Parada frente al set de prensa del CNE, corren frente a mí técnicos, camarógrafos, periodistas de distintos medios; veo el taco de Venezolana de Televisión justo al lado del de Globovisión y, para sorpresa de muchos, veo a los periodistas de ambos canales hablando, amistosamente, sobre el desarrollo de estos comicios. Veo a parte de un pueblo celebrando una victoria, y a otro buscando las ganancias de una derrota y sobre todo, veo a más del 70% de la población votante reconociendo su aporte a la democracia de un país.

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