Siempre fui una de las principales detractoras de la tecnología. Odiaba todo lo que tenía que ver con nuevas resoluciones, megapixeles, banda ancha y esas cosas que todavía desconozco. Creo que fui la única enajenada que no tenía internet en pleno 2006. No tenía y no me interesaba. Era la única que iba a las bibliotecas en busca de información sobre las nuevas teorías de la comunicación y no las bajaba del superbucador Google. No sabía-y repito-no me interesaba. Me hablaban de los nuevos videos sobre algún idiota que se caía de un árbol o la nueva foto porno de Britney; y en medio de risas falsas, disfrazaba mi profundo desconocimiento del tema. Y confieso, mi desconocimiento tenía asidero en un miedo terrible por el monstro de dos cabezas que significaba el famoso Internet Explorar. Me imaginaba metiéndose en mis venas, intoxicando la sangre y devorándome poco a poco el cerebro.
Fue en esa mañana, esa maravillosa mañana, que descubrí un mundo fascinante. Me deje llevar por las cautivantes imágenes, la rapidez de su búsqueda, y la maravillosa facilidad de saber los chisme más increíbles de tus amigos del bachillerato-no hay nada más satisfactorio que ver a compañeros de clases un tanto destruidos- Me dejé llevar; no puse ninguna objeción; no me hizo petición para entrar , y sin embargo, la acepte. No hay cine, fiesta o guateque que pueda contener mis ansias de conectarme en Messenger. Sea cual sea la ocasión, surge en mi la inquietante curiosidad por revisar la lista de mis nuevos amigos del facebook-mas del 90% de ellos no los conozco-y el ansia por navegar en las profundas dimensiones del fascínate mundo del internet. Reconozco mi enfermedad. Me gusta internet; muero por los videos de youtube ¿Y qué? Si fuese por mí, pasaría horas alienada frente a la traslucida pantalla de mi rastrojo de computador. Estoy tan inmersa en la fascinación, que hasta creé mi propio blog.
Fue en esa mañana, esa maravillosa mañana, que descubrí un mundo fascinante. Me deje llevar por las cautivantes imágenes, la rapidez de su búsqueda, y la maravillosa facilidad de saber los chisme más increíbles de tus amigos del bachillerato-no hay nada más satisfactorio que ver a compañeros de clases un tanto destruidos- Me dejé llevar; no puse ninguna objeción; no me hizo petición para entrar , y sin embargo, la acepte. No hay cine, fiesta o guateque que pueda contener mis ansias de conectarme en Messenger. Sea cual sea la ocasión, surge en mi la inquietante curiosidad por revisar la lista de mis nuevos amigos del facebook-mas del 90% de ellos no los conozco-y el ansia por navegar en las profundas dimensiones del fascínate mundo del internet. Reconozco mi enfermedad. Me gusta internet; muero por los videos de youtube ¿Y qué? Si fuese por mí, pasaría horas alienada frente a la traslucida pantalla de mi rastrojo de computador. Estoy tan inmersa en la fascinación, que hasta creé mi propio blog.
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