Fue
así como mi amiga y yo comenzamos una tarea titánica por desmontar, a través de
argumentos e investigación, cada uno de los mitos que se han erigido en torno a
nuestro sistema de votación. También fue un ejercicio arduo el de quitarme mis
propios prejuicios y dudas, tarea necesaria a la hora de escribir, por ejemplo,
que a través de la captahuella era imposible armar un fraude o que la máquina
no podía estar cargada de votos.
Podría explicar aquí con argumentos reales
porqué en la tesis afirmamos la imposibilidad de un fraude a través de las
maquinas de votación, pero no es lo que quiero expresar (si quieren,
pueden buscar nuestra tesis de grado, que reposa en la biblioteca de la Escuela
de Comunicación de la UCV y que, además, fue honrada con Mención Publicación).
El
objetivo de este texto, y es parte de lo que he tratado de explicar por mi
Twitter, es que ya no estamos para andar con la teoría del fraude, eso debidos
dejarlo en el 2005, cuando la oposición se retiró, valiéndose de la bandera del
fraude de las captahuellas, para dejarle la Asamblea Nacional en pleno al
oficialismo. Allí debió morir, luego de darnos cuenta de los resultados.
De
allí hasta ahora ha corrido mucha agua debajo del puente, se han hecho
elecciones, el chavismo ha ganado, la oposición también, muestra irrefutable de
que las máquinas no roban votos. Por eso, a estas alturas, aferrarnos de nuevo
a la teoría conspirativa del hacker ruso y las maquinitas roba votos, es la
estupidez más grande que podemos cometer, es un suicidio, una insensatez.
Llamar al fraude en este momento parece más un acto cobarde que una medida de
denuncia. No la acepto ni justifico.
¿Qué
debemos hacer frente al ventajismo claro y la actitud sospechosa de algunos rectores
del CNE? Pues ir a votar, no queda más.
Pararnos temprano, llevarnos a toda la
familia y juntos expresarnos a través del sufragio. ¿Cómo puedo ayudar para que
la cifra de abstención baje? Simple, cuando veas o identifique a alguien que no
quiera votar, independientemente de sus argumentos, convéncelo, oriéntalo,
infórmalo.
Desde
mi pequeño espacio yo he hecho lo propio: convencí a mi mamá de votar, a una
prima que trabaja en un organismo público, a través de argumentos, le hice
entender que no van a saber por quién votó, a mis compañeros de trabajo les he
hecho ver que en las máquinas no está el fraude, y así. Es un trabajo de
hormiguita, silencioso pero efectivo.
El
día de la votación, en lugar de ir a tu casa, quédate en el centro de votación
vigilando que no se presente irregularidades y denunciando, a través de
cualquier medio, si ves algo que no está del todo bien. Ese es el trabajo que
debemos hacer, no salir por Twitter a llamar al fraude o quedarte en tu casa
quejándote de la situación.
Y
como bien señaló Ramón Guillermo Aveledo: “Nadie
cuida más el voto de uno, que uno mismo”. Así que vota y defiéndelo.