jueves, 21 de enero de 2010

Historias de una tragedia

Nació en Puerto Príncipe, y desde pequeño su madre lo convirtió en devoto de la Virgen del Perpetuo Socorro. A ella rezaba todas las noches antes de acostarse. A ella rezó esa noche mientras veía su casa en ruinas.
Entre canto y alabanzas, recuerda los segundos que le arrancaron las esperanzas como quien le quita la piel a un conejo para luego engullirlo con total desesperación.
Su rostro no muestra lágrimas, pues en medio de su fe estaba convencido que la fuerza divina había mandado esa insondable prueba. Sólo pide que su Santa Madre hubiese muerto rápido y sin sentir mucho dolor.

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Mientras el sol tostaba su piel, René recogió fragmentos soterrados bajo los escombros para darle un refugio a su pequeña hija de 3 años. Logró sacarla del cuarto antes de que el techo cayera en la única cama de los 50 metros que formaban su hogar. La niña no quiere comer, sólo llama a su madre con gritos desgarradores. Ella no está…murió esperando ayuda.
René la deja sola, pues el camión que surte los alimentos pasa por Cabo haitiano a las 5 pm para dejar los alimentos. Tiene que pelar con 50 hombres, 50 hermanos, para llevar un plato de lentejas.

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Decidió partir de Haití. Cada vez que siente un leve movimiento de tierra, se lanza al suelo y reza a Dios. Perdió todo en la tarde de ese martes, su esposo, su hijo, su casa, su vida. Voltea y solo ve destrucción, robos y miseria humana, de esas miserias que obligan a un hombre a robarle la ropa a una familia pobre, se esas miserias que te hacen sentir pena y dolor.
Con un trozo de tierra en la mano, se monta en un buque dominicano que la llevará al recuerdo y a la soledad.

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Tiene 12 años y busca incansablemente a su familia. Estaba dormido cuando un árbol tumbó la mitad de su casa. Salió corriendo despavorido y no recordó que sus padres dormían en el cuarto contiguo. Tiene esperanza de encontrarlos. Ya no reza, ya no cree en Dios…No entiende porque a su pueblo lo sacudió tan brutal embestida. Bastante tienen con la pobreza inoxidable que llevan tatuados en la espalda desde su nacimiento.
Vaga por el oeste de Puerto Príncipe. No habla con nadie. No quiere comer, sólo quiere encontrar los restos de sus seres queridos.

miércoles, 6 de enero de 2010

Cita de un poeta bogotano

Ahora que los ladros perran, ahora que los cantos gallan, ahora que albando la toca las altas suenas campanan; y que los rebuznos burran y que los gorjeos pájaran, y que los silbos serenan y que los gruños marranan, y que la aurorada rosa los extensos doros campa, perlando líquidas viertas cual yo lágrimo derramas y friando de tirito si bien el abrasa almada, vengo a suspirar mis lanzos ventano de tus debajas.



Por José Manuel Marroquín.